miércoles, 30 de noviembre de 2005

PROPÓSITOS

Tras la febril ensoñación, los propósitos para humanizar la obsesión. La lucha interior por dejar de ser lo que eres; por pasar de la pasividad contemplativa a la acción. Hay unos que son Aquiles y otros, sin más remedio, Homero.


Voy a dejar de rodear tu barrio,
Voy a pelearme con tu calle vacía,
Voy a tirar mil piedras a tu balcón
Para comprobar que soy capaz
De llegar a tu puerta.

Voy a arriesgarme a encontrarte,
Voy a gritar hasta que ronquee mi timidez,
Voy a dejar de buscarte con los ojos
Para empezar a encontrarte
Con las palabras.

Voy a mancillar los umbrales de tu templo,
Voy a dejar mi huella en tu territorio,
Voy a tomar posesión de tu divinidad,
Para contemplar, al menos, la posibilidad
De volverte mortal.

© Jesús Martín Camacho. 2005.


Barrio Gótico. Barcelona. Foto: © J. Martín Camacho. 2005.

jueves, 24 de noviembre de 2005

LAS CRINES VERDES

Retrato de una obsesión. Ida y vuelta. Te rapta de la rutina existencial de una manera atroz. El síndrome de Estocolmo no conoció víctima más complaciente. Dura poco en tu mente y con la misma brutalidad te deja en el mismo sitio de donde te arrebató. El intervalo, sin embargo, es sensualmente indescriptible -aunque sepas que el final será inminente e irremediable-.
La imaginación, su elevación, la sensación de libertad, más preciada aún que la libertad misma; eso son las crines verdes.

Isla Cristina. Huelva. Foto © Jesús Martín Camacho. 2005


Pasas, vestida de mar, rebanando olores que queman mi garganta,
Dejas caer tu intensidad no más para que me vea incapaz de adorarla
Y me despelleje en ritmos cotidianos, sepulturas mohosas que
Sólo esperan el paso del tiempo adocenado.

Te veo venir, pero sólo me puedo arquear y malear mi fuero.
Inocente, la culpa empieza a arañar mi conciencia,
Revuelve la cadena de incomprensiones que me excitan
Y metamorfosea los nudos de mi actitud en discapacidad plena.

Hoy no caminas y yo te veo venir entre crines de caballos verdes,
¡Cuánto puedo vislumbrar de tu imagen preñada de incisos!
La voz no desmenuza mis labios ni pretende liberarse.

Ya ni siquiera te veo cuando no estás ahí, interrogante.
El camino simplemente se recuesta sobre sí mismo y calla.
Sólo queda estar a la espera sin que ocurra nada. Abulia.

© Jesús Martín Camacho. 2001

jueves, 17 de noviembre de 2005

GETARES

Para mi madre, que siempre disfruta
de un buen paseo por la playa.

Con esto acabo la serie de entradas dedicadas al mar... por ahora.

Nada es tan mío
Como el mar
Cuando lo miro
(E. Nandino)




De mañana, temprano, el olor a húmedo salitre, los pasos desnudos, fríos, la arena regularmente ondulada tras el paso del tractor, la marea baja, pausada, incitadora al primer contacto de la jornada.
Al mediodía el calor en la piel, demasiado tostada como para sentirlo, el hambre abriéndose paso entre los juegos, almuerzo con el resto de la familia, que vino a pasar el día, el olor a la sandía que resbala por la barbilla, cae al pecho, se mezcla con la arena, dulce crujiente. La siesta, inevitable para los mayores, y guardar la digestión, obligada para los niños (aceptada a regañadientes y no siempre).


La tarde, que no empieza de verdad hasta que los intrusos que llegaron en masa se van yendo a medida que el calor deja paso a la brisa marina, nos recibe para que nos demos el último baño, el que mejor se recuerda, el que más se disfrutaba porque había que ir a ducharse para estar limpios en la cena.
La noche, tiempo de charlas entre el vino y el mus (parchís y bingo para las madres), hora de reunión entre los vecinos de casetas, hechas de tablones de madera. Las fogatas nos iluminan a intervalos en nuestro terreno de correrías, nos muestran vestidos con chándals y disfrutando de unas vacaciones que nunca volverán a repetirse.


Aún me alumbran esos fuegos cuando pienso en aquellos días. Se echan de menos. Cuando eres niño, la playa, el campo, el pueblo no son tales, sino que son tu playa, tu campo, tu pueblo. Luego, conforme pasa el tiempo, aunque el vínculo se debilita y se socializa tu propiedad, cada cierto tiempo un repentino puñetazo en la boca del estómago hace que vuelvas atrás tu pensamiento, tu vista, tu olfato, tu tacto... creo que a eso le llaman nostalgia. Nostalgia a tu playa, tu campo, tu pueblo. Nostalgia a tu infancia.
© Jesús Martín Camacho. 2005.
Fotos: Playa de Getares, Algeciras. Cádiz. © Jesús Martín Camacho. 2005.

sábado, 12 de noviembre de 2005

LA INICIACIÓN

En la penumbra de una reducida cabina de proyección el rostro fascinado de Totó se acerca lentamente a un hueco, a través del cual un haz de luz lleva la imagen del proyector a la pared del provinciano cine Paradiso, auténtico protagonista de la película italiana Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore, 1989 (con una versión extendida del 2002). Once años después el autor español más nostálgico -quizá porque su infancia sí que no se puede desligar del cine en todas sus vertientes: sesiones dobles en cines de barrio, libros, afiches de películas, recortables de estrellas, sueños, etc.-, José Luís Garci, vuelve a mostrar la imagen del niño prendado, esta vez con el rostros de Manuel Lozano, de la pantalla, en este caso instalada en la pared de un café pueblerino. La película es You're the one, y su melancólico subtítulo (Una historia de entonces), 2000.
Las dos películas están situadas en tiempos pasados, pero tienen un sentimiento común, una imagen que hacer llegar: la fascinación por el cine, la invitación al sueño más real que la propia vida. Todos hemos pasado por esa época de iniciación. Yo la tuve con las películas de vaqueros, bueno, a decir verdad, con ciertas escenas de ellas: "mamá avísame cuando peleen los indios contra los vaqueros" (mientras tanto, yo escenificaba con mis jinetes la formación en las praderas del pasillo de mi casa); poco después llegaron los maravillosos e insustituibles ciclos de la Segunda Cadena. Con ellos empecé realmente a amar el cine: mi primer contacto con Alfred Hitchcock (Con la muerte en los talones,1959), los hermanos Marx (El hotel de los líos, William A. Seiter, 1938), Tarzán (Tarzán de los monos, W. S. van Dyke, 1932), Gary Cooper (Beau Geste, William A Wellman, 1939), el cine negro (Laura, Otto Preminger, 1944; Los sobornados, Fritz Lang, 1953; etc.)...
No me equivoco si afirmo con rotundidad que el cine ha sido el profesor de mis asignaturas favoritas (latín aparte): la comunicación, las relaciones y la imaginación. Sin embargo echo de menos en los canales de televisión de hoy día (satélites aparte) una atención a este tipo de películas que me ayudaron a crecer, sentir y disfrutar de la vida a través de la ficción. Y es por ello por lo que hoy toca homenajear al único programa de televisión que trae semanalmente una lección de cine, sin excepción, a la que no deberíamos faltar. Mi enhorabuena y, sobre todo, mi gratitud a ¡Qué grande es el cine!. Gracias, Mr. Garci.
Fotograma de Cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore, 1989.

jueves, 10 de noviembre de 2005

AD HOSPITIVM

Explorar un cuerpo, recorrer sus caminos. Mil maneras de hacerlo, mil senderos distintos. Y cada vez más conocido y una vez más diverso. El punto intermedio entre lo pausado y el frenesí; lo consciente y el arrebato. Aceptar su invitación, hacerlo tuyo. Llegar a su hospedaje.
Siete son los caminos que tu calor orientan:
El umbral está en tu nuca;
Despoblemos su camino de fronda.
La abrupta cima de tu clavícula
Es coronada de besos apenas opresivos
Las concavidades de los omóplatos;
Despeñado torrente de hormigueos.
El mediodía entre tus pechos;
La tibieza de un descenso.
El descanso en el vientre;
La planicie de su tersa (im)paciencia.
Recorro las dunas de tus caderas;
Inabarcables, incitadoras, hospitalarias.
El ángulo interior de tus muslos anhela
La exploración de su umbría calidez.
He alcanzado tu centro.
Me recibes, me quemas.
@ Jesús Martín Camacho. 2005.
Diana (detalle), J.P. Houdon, 1780. Museo Gulbenkian. Lisboa (Portugal). Foto:@ Jesús Martín Camacho. 2004.

martes, 8 de noviembre de 2005

¿INSISTIR?


Esto es para ti. Porque, en contra de lo esperable, a veces es mejor no insistir. Y he tenido la suerte de haberlo comprobado.
Tardaste exactamente una eternidad
Menos dos minutos en cerrar tu puerta;
Los que a mí me faltaron para subir
Los tres escalones de vuelta al calor.
Desde entonces, inmovilidad: luz-
Contador-oscuridad-luz-contador-
Oscuridad-luz-contador-oscuridad-,
Hasta que el portazo que comenzó
En tu dormitorio acabó por estallar
En algún lugar entre mi estómago
Y mi cabeza, para luego salir por mis labios,
Desfallecido, a modo de suspiro resignado,
Sospechosamente repetitivo.
© Jesús Martín Camacho. 2005.

Playa de Carvoeiro. Algarve. Portugal. Foto © Jesús Martín Camacho. 2005.

domingo, 6 de noviembre de 2005

LA BODA DE MI MEJOR AMIGO

Mi hermano se casa. La prometida, Samara; el afortunado, él. Será el próximo Octubre, pero ya leo ciertos poemas y pienso en ellos. Espero que ese día puede hacer suyas las palabras de Odysseas Elytis:

Hablo de ti y de mí

Porque te amo y sé en el amor
Entrar como la luna llena
Por cualquier sitio, hablo de tu pequeño pie en las inmensas sábanas,
Para desplumar jazmines -tengo mi fuerza
Adormecida- y soplar y llevarte
Por caminos brillantes y pórticos secretos del mar
Árboles hipnotizados con arañas que platean
Han oído las olas
Cómo acaricias, cómo besas
Cómo dices murmurando "qué" y "ah"
Alrededor de la garganta de la bahía
Siempre nosotros la luz y la sombra

Siempre tú la estrella y yo el bajel sombrío
Siempre tú el puente y yo la linterna derecha
El dique mojado y el resplandor de los remos
Arriba en la casa con los sarmientos
Las rosas atadas, el agua que se hiela
Siempre tú la estatua de piedra y yo la sombra que crece
Tú el postigo cerrado, yo el aire que lo abre
Porque te amo y te amo
Siempre tú la moneda y yo la adoración con que se paga:
Tanta noche, tanto clamor en el viento
tanta gota en el aire, tanto silencio
El mar alrededor la despótica
Bóveda del cielo con los astros
Tanto aliento tuyo pequeñísimo

Que nada puedo hacer
Entre cuatro paredes, el techo, el suelo
Sino hablar de ti y mi voz me golpea
Sino tener tu perfume y se enfadan los hombres
Porque lo no probado y lo traído de otro sitio
No lo soportan los hombres y es temprano, escúchame
Es temprano aún en este mundo amor mío

Para hablar de ti y de mí.

© Odysseas Elytis, El Monograma, 1978. Trad. J. Antonio Moreno Jurado. Ed: Los libros de la frontera. 1987, pp. 218-219.



















Foto © Jesús Martín Camacho. 2005
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jueves, 3 de noviembre de 2005

RETURN TICKET

Para la hermosa Irene, en tanto que llega el –merecido- final feliz de su tango.

El regreso, Copyright © Georg Miciu Nicolaevici.
Me compré un tango
En el kiosco de adioses
Del aeropuerto (nº 202)

Se despidieron
Y en el adiós ya estaba
La bienvenida (nº 109)


Le Baiser de l'Hotel de Ville, Paris, Foto: © Robert Diosneau. 1950.
Y aquí termina mi expolio de Rincón de Haikus, de M. Benedetti.

miércoles, 2 de noviembre de 2005

SR. FORD, S.T.T.L.



Bernardo Víctor Carande (1932-2005).
"Nuestro John Ford se ha ido, sólo y con las botas puestas". Al menos ya siempre estarás en Capela, tu sitio, uillae tecta tuae propter ut aspiceres.
sit tibi terra leuis

Capela, Almendral. Badajoz. Foto © Jesús Martín Camacho. 2004.

lunes, 31 de octubre de 2005

EL HAIKU, SEGÚN BENEDETTI

Para Víctor, en su búsqueda de la fusión entre lo occidental y lo oriental

Al amigo Víctor le encanta todo lo que tiene que ver con lo japonés -por cierto, un adjetivo este de lo más raro, porque el plural del neutro es siempre femenino, nunca masculino; es decir, a Víctor le gusta lo japonés y las japonesas, pero nunca los japoneses-. En fin, no es de extrañar, por tanto, que la entrada que más le haya gustado de esta página sea la de los haiku. Como sé sin ningún tipo de dudas que ya habrá consultado en internet mil y un sitios sobre haiku japoneses, mi regalo para él va a variar un poco.
Aquí van algunos de los tesoros que nos dejó Mario Benedetti en su libro Rincón de Haikus (Ed. Visor, 1999), donde el maestro uruguayo adapta perfectamente sus temáticas preferidas a la rigurosidad del esquema métrico japonés. Como él mismo dice en el prólogo (pág. 13): “yo considero al haiku como un envase propio, aunque mi contenido sea inocultablemente latinoamericano (...) Esta fidelidad estructural es, después de todo, lo único verdaderamente japonés de este modesto trabajo”.

Sus haiku van desde la crítica:

La mariposa
Recordará por siempre
Que fue gusano (nº 15)

Los dos ladrones
Miraron a Jesús
Y se miraron (nº 19)

Si cae un rayo
Los valientes se abrazan
A los cobardes (nº 102)

Su característico humor:
Los sentimientos
Son inocentes como
Las armas blancas (nº 14)

Cada mujer
Puede ser dos mujeres
Déjenme una (nº 186)

Al amor simple
La paz de los burdeles
No le hace daño (nº 56)

El existencialismo más melancólico...:

Después de todo
La muerte es sólo síntoma
De que hubo vida (nº 10)

Hace unos años
Me asustaba el otoño
Ya soy invierno (nº 199)

En foto sepia
Estabas vos y el tiempo
Se fue contigo (nº 166)

Cuando mis ojos
Se cierran y se abren
Todo ha cambiado (nº 59)

Estas tristezas
Me las trajo el crepúsculo
Y no se fueron (nº 216)

...Y el más cómico:

Van las muchachas
Cada paso más lindas
Y yo más viejo (nº 82)

Hasta su inimitable romanticismo callejero:

Óyeme oye
Muchacha transeúnte
Bésame el alma (nº 21)

No sé tu nombre
Sólo sé la mirada
Con qué lo dices (nº 26)

Llueve sin ruido
Pero bajo el paraguas
Funciona el beso (nº 77)

jueves, 27 de octubre de 2005

CUENTOS SIN MORALEJA


Caperucita
sin más se comió al lobo
y ni la abrieron

© jesús martín camacho. 2005






Hoy Cenicienta
no perdió su zapato;
Nadie lo echó en falta
© jesús martín camacho. 2005





.


martes, 25 de octubre de 2005

QUEDA LA INFANCIA






Días de infancia
Entre mar y pinares
Dunas y arenas.

© J. Martín Camacho. 2005.

Esto es para Pilar, cuyo modo de hablar acerca de su tierra me emocionó. Cómo no hacerlo cuando una persona menciona su lugar de infancia casi con lágrimas en los ojos, mientras que sonríe cuando oye o lee algo acerca de él. Ese lugar que, cuando eres niño, te pertenece de manera natural, indiscutible y sin concesión. Con el que te sientes incluso mejor que en tu casa, porque, fuera, en él, sólo estás tú y la tierra, el viento, el mar. Tu mar. Como dijo M. Benedetti:

El mar de todos
No es como mi mar
Él me conoce
© M. Benedetti, Rincón de Haikus, ed. Visor, nº 160.


Espero que estas fotos te ayuden a seguir acariciando tu pasado, disfrutando tu presente y luchando por el futuro.

Playas de Cuesta Maneli y El Rompeculos, Almonte y Mazagón. Huelva. © Fotos: Jesús Martín Camacho. 2005.

domingo, 23 de octubre de 2005

ACERCA DE UNA MUERTE INEVITABLE

Lo peor que le puede pasar a un hombre es tener la certeza de que va a morir y que no pueda consolarse con esperanza alguna de librarse de ello. El siguiente texto, sacado de El Idiota, expresa claramente lo brutal y antinatural que resulta la pena de muerte. Dostoyevski lo escribió en 1868.


-¿Los ahorcan?
-No. En Francia les cortan la cabeza.
-¿Y el condenado grita?
-¡Hombre, no! Es sólo un instante. Lo colocan boca abajo, cae un cuchillo así de grande a lo largo de una máquina, que llaman guillotina, cae pesadamente, con mucha fuerza… Y salta la cabeza en menos de un abrir y cerrar los ojos. Los preparativos son lo más penoso: la lectura de la sentencia al condenado, vestirle, atarle, subirle al patíbulo… ¡eso es lo horrible! (…)
El condenado era un hombre inteligente, sereno, fuerte, entrado en años, de apellido Legros. Y lo que le digo a usted, créalo o no, es que lloraba cuando subía al patíbulo y estaba blanco como el papel. ¿Es posible tal cosa? ¿No es eso horrible? A ver, ¿quién llora de terror? Yo nunca hubiera creído que un hombre hecho y derecho pudiera llorar de terror; y no digo que un niño, sino un hombre que nunca antes había llorado, un hombre de cuarenta y cinco años. ¿Qué le sucede en ese momento al alma? ¿A qué convulsiones llega? ¡Es un insulto al alma, ni más ni menos! Está escrito: “No matarás”. ¿Quiere eso decir que porque ha matado hay que matarle a él? No; eso no está permitido. Hace ya un mes que lo vi y es como si lo tuviera aún delante de los ojos. He soñado con ello cinco veces.
-Lo bueno es que apenas se sufre cuando la cabeza sale volando.
-¿Sabes usted? –prosiguió el príncipe acalorado-. Acaba usted de hacer ese comentario y hay mucha gente que piensa lo mismo que usted. Y para eso fue inventada esa máquina, la guillotina. Pero a mí se me ha ocurrido una idea: ¿y si eso es peor todavía? Eso le parecerá a usted ridículo, absurdo, y sin embargo con un poco de imaginación puede ocurrírsele a uno esa idea. Piense usted, por ejemplo, en el tormento. En él hay dolor físico, heridas, tortura corporal, y todo eso desvía al espíritu del sufrimiento espiritual, de modo que se sufre sólo de las heridas hasta el instante mismo de la muerte. Ahora bien, el dolor principal, el más agudo, puede que resulte no de las heridas, sino del hecho seguro de que dentro de una hora, luego dentro de diez minutos, luego dentro de medio minuto, luego ahora mismo, tu alma saldrá volando de tu cuerpo, y ya no serás un ser humano, y que todo eso es cierto. En el momento en que pones la cabeza bajo la cuchilla y oyes cómo se desliza hacia tu cabeza, ese cuarto de segundo es el más horrible. Tenga usted en cuenta que eso no es sólo mi imaginación, que otras muchas personas han dicho lo mismo. Y lo creo tanto que voy a decirle a usted cuál es mi opinión.
Matar a quien ha cometido un asesinato –prosiguió el príncipe- es un castigo incomparablemente peor que el asesinato mismo. El asesinato a consecuencia de una sentencia es infinitamente peor que el asesinato cometido por un bandido. Un hombre que es asesinado por unos bandidos de noche, en un bosque o algo por el estilo, tiene hasta el último momento la esperanza de salvarse. Ha habido casos en que un hombre a quien le han cortado el cuello tiene esperanza todavía, o sale corriendo, o pide que se apiaden de él. Pero en este otro caso, por el contrario esa última esperanza, que permite que la muerte sea diez veces menos penosa, es eliminada con toda certeza: la sentencia está ahí, y la horrible tortura está en que sabes con certeza que no te escaparás, y no hay en este mundo tortura más grande que ésa. Lleve a un soldado a una batalla, póngale delante de un cañón y dispare, y él seguirá teniendo esperanza; pero si a ese mismo soldado se le lee una sentencia de muerte cierta, se volverá loco o romperá a llorar. ¿Quién dice que la naturaleza humana puede soportar esto sin perder la razón? ¿A qué viene tamaña afrenta, cruel, obscena, innecesaria e inútil? (…) ¡No, no se debe tratar a un hombre de ese modo!

F. Dostoyevski, El idiota. Trad.© Juan López-Morillas. Ed. Alianza, pp. 39-41

HAIKU CINEMATOGRÁFICOS (II)

Tras mis haiku, con todos ustedes el número uno -en muchos aspectos-: Agustín ya me ha permitido subir los suyos. Espero que disfruten con ellos tanto como yo cada vez que recibía uno en el móvil. Este hombre debería sentarse más a escribir y tumbarse menos a ver películas. Un abrazo, campeón:
El Padrino (The Godfather, F.F.Coppola, 1972, 1974 y 1990):
En la conciencia
los segundos son gotas
de sangre hermana
La leyenda del indomable (Cool Hand Luke, S. Rossenberg, 1967):
Tras el disparo
se despidió de su alma
con su sonrisa
Más difícil todavía: un mismo haiku para dos películas...
El jinete pálido (Pale Rider, C. Eastwood, 1985) /
Raíces Profundas (Shane, G. Stevens, 1953):
Heladas huellas
profundas cicatrices
de su pasado
Toro Salvaje (Raging Bull, M. Scorsese, 1980):
Con cada golpe
reconstruyo mi cara
me talo el alma
Lolita (Lolita, S. Kubrick, 1962; A. Lyne, 1997):
Le ofrecí pan
pero él quería harina
trigo agua y fuego
Peter Pan (Peter Pan, C. Geronimi W. Jackson & H. Luske, 1953):
Mirad a Peter
andar por los bordillos
con su corbata
© Haiku Agustín Corrales Domínguez. 2005

jueves, 20 de octubre de 2005

HAIKU CINEMATOGRÁFICOS

Esto va para Agustín, soñador de mundos en imágenes y palabras.

Un haiku es un poema de origen japonés, cuya versión occidental está formada por tres versos de 5+7+5 sílabas. Su contenido original habla de lo cotidiano, de la naturaleza, de aprender y de unirse a ella. De los poetas japoneses, Matsuo Bashô es considerado el mejor, con haiku como:
Un viejo estanque;
se zambulle una rana,
ruido de agua
© traducción: Fernando Rodríguez-Izquierdo
donde se unen lo eterno y lo accidental; o mi favorito:
Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo
© traducción: Octavio Paz
Por su contenido, no es difícil sospechar que la poética del haiku tiene mucho en común con la filosofía zen, pero su carácter sentencioso y su juego poético propiciaron que traspasase las fronteras y fuese visitado por los autores occidentales, que le aportaron una gran variedad temática.
No es mi intención ahora disertar sobre el haiku, para ello recomiendo la página: www.elrincondelhaiku.org .
Esto sólo me ha servido como prefacio para hablar de un juego que se me ocurrió este verano en una tarde soporífera. Le propuse a mi buen amigo Agustín, gran amante y conocedor del cine (¡cada vez más!), que, vía sms, hiciésemos una competición de haikus cinematográficos con las siguientes reglas: atenernos al esquema métrico arriba mencionado, sólo una película por haiku y que éste englobara en la mayor medida de lo posible la naturaleza del film. Confieso que me ganó (pero es que es un mérito quedar segundo compitiendo con Agustín...¡aunque sólo jueguen dos!). En espera de que me dé su autorización para publicar los suyos, os dejo con los míos. Empecé por mi película favorita:
Laura (O. Preminger, 1944):
Al detective
le visitó la víctima;
bello cadáver
Otro en su honor:
Yo fui el único
que realmente sabía
quién era ella
Casablanca (M. Curtiz, 1942):
Desde que se fue
se oye siempre un piano
en Casablanca
Duelo al Sol (K. Vidor, 1946):
Muero tu muerte.
Rojo sobre el desierto.
Rótulos: The End
El marido de la peluquera (P. Leconte, 1990):
Amor eterno,
¿Por qué vas a acabarte?
Eterno amor

lunes, 17 de octubre de 2005

MAZAGÓN









Playa de Cuesta Maneli, Almonte. Huelva. © Jesús Martín Camacho, 2005



Esto va para Lolita en su retiro de Mazagón. Un besazo:


Hacia las dunas, que de la orilla ya
se fueron, desterradas, las gaviotas;
que el rumor del oleaje comienza
a tornarse estrepitoso clamor;
y allá, tras su acostumbrado
desperezo matutino, el sol,
húmedo de salitre, nos advierte
que hoy también será
lo que él quiera que sea.
Hacias las dunas, que las camarinas
regalan frutos de aromático viento
en ásperas ramas.
Busquemos el muelle silencio
que aquieta la arena,
los batallones de verdes
en dispar e inmóvil formación,
el rugoso respaldo que nos tatúa
de muescas la espalda,
y el fresco retorno al juego infantil
entre escarabajos, ramas y guijarros.
© Jesús Martín Camacho. 2005

Playa de Cuesta Maneli, Almonte. Huelva. © Jesús Martín Camacho. 2005

jueves, 23 de junio de 2005

EL BESO

El siguiente poema nació de una de las mejores sensaciones que, creo, se pueden tener: la tibieza de unos labios, la humedad de una lengua. Irónica y desgraciadamente, el hecho de dárselo a conocer a la cómplice que hizo posible aquél momento, ha supuesto el fin de una relación. Jamás he conocido mejor ringkomposition


VIII

El azul de tu aliento,
Empujado por tu alma,
Reticente –deseosa—,
Suspira, libertario;
Supera la garganta,
El húmedo desfiladero,
Coronado entre tus
Dientes y labio inferior,
Discreta abertura,
Victoria grandiosa.

------

Huelo tu instante,
Inspiro tu sabor,
Recojo y venero;
La vida de tu saliva
Se posa en mi lengua,
Descansa su calor,
Ilumina mi boca,
Huésped impaciente;
Trago su fragancia,
Mixtura deseada.

© Jesús Martín Camacho. 2005

A. Rodin. La primavera eterna. 1884. M. Gulbenkian, Lisboa (Portugal). Foto: © Jesús Martín Camacho. 2005.

viernes, 10 de junio de 2005

STORIA D'AMORE

Inevitable. Desde el momento en que te adentras por el puente -y aunque no veas su final-, sabes que antes o después saldrás de él, lo dejarás atrás. ¿Quién sabe si volverás a estar en él, recorrerlo, pertenecerle, simplemente verle? Inevitable, aunque no lo quieras / puedas reconocer.

Ponte de 25 de Abril desde Cristo-Rei, Cacilhas (Portugal). Foto: © Jesús Martín Camacho. 2004

Caída en tres momentos:

Tu sexo tiembla entre mis manos.
La calidez ya no aprisiona mis brazos,
Sino que todo mi cuerpo rebosa de ti;
Tan lejos me encuentro de tu alma,
Que incluso podría rodearte y no intuirla.

Lejos, el verdor de la carretera grita cláxones pesados,
La luz chorrea a intervalos por mi espalda
Y tu cuerpo se arquea entre alambres que crecen de la tierra;
Nada aquí nos pertenece,
Ni siquiera
Nosotros.

El camino no nos une.
Llevo tu miel y tú no la has recogido.
Silencios entre dos mudos signos de interrogación.
Es tarde, el crepúsculo acuchilla mis costillas.
Adiós.

© Jesús Martín Camacho. 2001.

Te guardo a medio vestir, aún peinada;
Ya te había perdido cuando te quedaba una media por poner.
Entre uno y otro momento no hubo sudor ni jadeos,
Hambre ni sueños, deseo de gloria al ser derrotado.
Esa vez ni uno dio más ni el otro se cansó de pedir.

Te guardo, una vez que te perdí.

© Jesús Martín Camacho. 2004.

Hoy no puedo concebir como es tu hoy.
Imposible se me antoja imaginar tu mañana.
Tu ayer, sin embargo, está aquí, ahora.
Constante.

© Jesús Martín Camacho. 2005.

jueves, 26 de mayo de 2005

EL MAR, MI MAR

Hace este año exactamente diez que no disfruto del mar si no es en vacaciones. Este año por fin vuelvo a poder ir a la playa un día cualquiera entresemana. En cualquier momento que me apetezca sé que la vida estará allí, en la conjunción amarilla-verdosa de la costa; ella esperará -amante nunca despechada- a que se me antoje hacerle una visita. Incluso aunque no vaya, me reconfortará, teniéndola a escasos cuatro kilómetros. Sí, aunque yo esté ahora tan lejos de ella, a sólo esa distancia está Getares; y no está en mi recuerdo o imaginación, sino real, a mi disposición.
Diez años sin costa han sido muchos. Lo sé ahora mejor que nunca. Aunque, al echar la vista atrás, he de reconocer que siempre lo he sabido: ahí están las cuatro fotos que intentaban abarcar toda la playa de Getares -para mí sólamente hay una playa, todas son la misma, puede tener distintos apellidos o domicilio, pero su identidad es única; es mi dominio de niñez (jamás agradeceré lo sufinciente a mis padres la caseta de madera)-; fotos, sigo diciendo, que me acompañaban frente a la mesa del cuarto interior que hacía las veces de dormmitorio y estudio durante mi penúltimo año de licenciatura. Ahí están los recuerdos en el escrito de Rumor de Aguas (Galaroza, 2000), brochazos de vivencias junto a las mareas; ahí está la emoción cuando leo a la maltrecha tropa de Jenofonte gritar "¡El mar, el mar!" al final de su viaje de vuelta tras la derrota. Pero para mí, el mar es Getares, y el mejor homenaje que se me ocurre darle ahora está en palabras del poeta:
MEDITERRÁNEO
Quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa
y escondido tras las cañas duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor por dondequiera que vaya,
y amontonado en tu arena tengo amor, juegos y penas.
Yo, que en la piel tengo el saboramargo del llanto enterno
que han vertido en ti cien pueblos de Algeciras a Estambul
para que pintes de azul sus largas noches de invierno.
A fuerza de desventuras, tu alma es profunda y oscura.
A tus atardeceres rojos se acostubraron mis ojos
como el recodo al camino...
Soy cantor, soy embustero,me gusta el juego y el vino,
Tengo alma de marinero...
Qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo.
Y te acercas, y te vas después de besar mi aldea.
Jugando con la marea te vas, pensando en volver.
Eres como una mujer perfumadita de brea
que se añora y se quiere que se conoce y se teme.
Ay, si un día para mi mal viene a buscarme la parca.
Empujad al mar mi barca con un levante otoñal
y dejad que el temporal desguace sus alas blancas.
Y a mi enterradme sin duelo entre la playa y el cielo...
En la ladera de un monte, más alto que el horizonte
quiero tener buena vista. Mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos y amarillo a la genista...
Cerca del mar, Porque yo nací en el Mediterráneo.
Nací en el Mediterráneo, nací en el Mediterráneo.
© Joan Manuel Serrat. 1971.

Playa de Getares, Algeciras, Cádiz (España). Foto: © Jesús Martín Camacho. 2005

jueves, 19 de mayo de 2005

EL AMOR ADORACIÓN, EL AMOR ACEPTADO

Sobran las palabras de introducción.

"Pero ahora poseía de por vida a esta linda mujer a la que adoraba. El Universo para él no sobrepasaba el contorno sedoso de su falda; y se acusaba de no amarla, tenía ganas de volver a verla; regresaba pronto a casa, subía la escalera con el corazón palpitante. Emma estaba arreglándose en su habitación; él llegaba sin hacer el mínimo ruido, la besaba en la espalda, ella lanzaba un grito.
Él no podía aguantarse sin tocar continuamente su peine, sus sortijas, su pañoleta; algunas veces le daba en las mejillas grandes besos con toda la boca, o bien besitos en fila a todo lo largo de su brazo desnudo, desde la punta de los dedos hasta el hombro; y ella le rechazaba entre sonriente y enfadada, como se hace a un niño que se te cuelga encima.
Antes de casarse ella había creído estar enamorada, pero como la felicidad resultante de este amor no había llegado, debía de haberse equivocado, pensaba, y Emma trataba de saber lo que significaban justamente en la vida las palabras de felicidad, pasión, embriaguez, que tan hermosas le habían parecido en los libros(...)
Un día en que ella, preparando su traslado, estaba ordenando un cajón, se pinchó los dedos con algo. Era un alambre de su ramo de novia. Los capullos de azahar estaban amarillos de polvo, y las cintas de razo, ribeteadas de plata, se deshilachaban por la orilla. Lo echó al fuego. Ardió más pronto que una paja seca. Luefo se convirtió en algo así como una zarza roja sobre las cenizas, y se consumía lentamente. Ella miró cómo ardía. Las pequeñas bayas de cartón estallaban, los hilos de latón se retorcían, la trencilla se derretía, y las corolas de papel apergaminadas, balanceándose a lo largo de la plancha, se echaron a volar por la chimenea.
Cuando salieron de Tostes, en el mes de marzo, Madame Bovary estaba encinta".
G. Flaubert, Madame Bovary. Trad.© Germán Palacios, Ed. Cátedra, pp. 119 y 152.