jueves, 7 de enero de 2010

LO IMPOSIBLE DE LA TRADUCCIÓN

Para el amigo Joan Gómez Pallarès, admirado en muchos campos.

El siguiente texto es en honor de aquellos que, como el dedicatario (en quien pensé inmediatamente al leerlo), se afanan por sumergirse por completo en el mundo y circunstancias que rodean los textos que leen: ir de paseo con Horacio, aceptar regalos de Marcial, alambicarse con Virgilio.
El fragmento de la joya de Julián Ayesta, joya del lenguaje insinuado y sensitivo. ¡Qué hermosura para exponer un quebradero de cabeza!:

"¡Qué lastima de Virgilio! Había empezado a traducir a Virgilio aquel invierno, y gracias a la ineptitud del profesor y a mi falta de voluntad no había conseguido casi nada. Sin embargo, reconocía que era un buen poeta. Por eso el bosque me lo recordaba.

Fortunate senex! Hic inter flumina nota

Et fontes sacros frigus captabis opacum

¿Qué quería decir? Cualquiera lo sabe, pero fuese lo que fuese era encantador. En la clase somnolienta de las tres de la tarde había gustado aquellas fontes sacros, y sobre todo aquel frigus tan insólito y delicioso en aquel bochorno de voces y moscas. Yo no sabía lo que era frigus, pero aun sin saberlo me refrescaba… ¡Frigus! No era ni “frescura” ni “fresco” ni “frío” ni nada de lo que el diccionario traía: era “frigus”. Frigus, i más u, ese salto refrescante i-u, sin ninguna sílaba más, completamente solo en medio de los pupitres recalentados y los moscones zumbando en los cristales. Y luego esa s final como una fuente al borde del hielo, como ese ruido que hacemos ante los helados para prepararnos a su degustación. El bosque, evidentemente, estaba frigus. “Frescura” era muy largo, “fresco” poco expresivo. Estaría fresco más tarde, pero ahora todavía no. Aún quedaba rocío en los helechos y en las barrancadas orientadas al norte. Las hojas secas aún sonaban a escarcha. Sí, frigus era la palabra ideal.

Helena o el mar del verano, Julián Ayesta. Ed. Acantilado.


sábado, 2 de enero de 2010

LOS ORTIGOZA VALDOVINOS

Para los Ortigoza Valdovinos. Con todo mi cariño, admiración y respeto.

Siempre me han encantado las historias de hermanos que han de hacer frente a la vida agrupados: Rebeldes, Siete novias para siete hermanos (la serie, no la película), Las aventuras de los 5, etc. Los hermanos Ortigoza viven tan de cerca la vida de sus padres como lejos de ellos transcurren sus rutinas. Casi nueve mil kilómetros separan San Lorenzo (Paraguay), su patria, y Málaga (España), el destino de los papás.


Noel es un muchachote que se sabe orgulloso del papel de padre de familia, responsable de maneras inocentes. Laura es la hermana mamá, de hermosura propia de la edad, pero también diligente y sobremanera atenta a los pequeños. Ulises y Darío han de ser los mellizos sin serlo, la fuerza y la vivacidad, la picardía y el pundonor a partes iguales. Jazmín se mezcla entre ellos con la timidez de la nena menor, la nostalgia de ojos profundos, la busca de los papás entre los hermanos. Ezequiel es el cuchu, el benjamín arropado, el indefenso valentote.

Y, sin embargo, no tienen porqué ser así. Probablemente no lo sean. Los conozco a partir de unas pocas frases de sus padres, de lo que de ellos dejan ver sus ojos acristalados, de lo que transpiran sus fotografías.


A Olga y a Rubén Darío los he visto no llega a cinco veces, pero éstas bastan para sentirlos más cerca que a muchos de aquellos que llevo tratando toda mi vida. No sé si fue la segunda vez que la vi cuando ella me habló de sus hijos. Que días más tarde no se me hubiera olvidado el nombre de ninguno de los seis –todos sabéis de mi memoria- ya decía mucho de la empatía que hubo entre nosotros. A Rubén lo hice modelar ante mi cámara apenas conocerlo. Las risas, conversaciones, miradas, confesiones y bienestar que compartimos con poca gente las he tenido de primeras.

Poder verlos a los dos escribiendo, leyendo, hablando y oyendo a sus hijos por internet ha sido la prueba más palpable de que ni la distancia (aun siendo tan larga) ni las circunstancias (aun siendo tan putas) valen nada ante unos lazos más profundos que los familiares, más fijos que los atávicos. Gracias por grabar en mi mente esto. Gracias por dejarme conoceros. ¡Qué gran regalo!

Familia Ortigoza. Fotos: 1 (c) hermanos Ortigoza; 2 (c) jesús martín camacho.2009.