jueves, 28 de octubre de 2010

LA GRECIA DE JUANJO ES MI GRECIA

Llegué a Skopelos, pequeñísima isla olvidada del turismo al norte de la ingente Eubea, a media tarde tras haber pasado una mitad de la noche en el aeropuerto y la otra en una casi desierta estación de autobuses de Atenas: eramos dos vajeros cansados y estábamos empatados con otros dos no menos flacos perros. Todo fue recompensado a las pocas horas. Era la fiesta del pueblo: noche de ensalada y vino gratis. Acabamos danzando en coro con todo el pueblo y desvelando demasiadas cosas a desconocidos amigos. Fue el primer día de una mes entero viviendo literalmente de la pesca. Pero mi Grecia es la de mi admirado amigo Juanjo, sí, la que describe su memoria, la del maestro de Ierissós, en su Cuaderno de extravíos. Un viaje a Grecia (Point de lunettes, 2009). Por ejemplo:

Se los ve sentados a las puertas de las tabernas, siempre de cara al mar porque llevan toda la vida sedientos de horizonte, los marineros viejos. Son como un puñado de arena que haya depositado desde muy adentro el oleaje, desde las profundidades del tiempo, todos con ojos de fuego de tanto mirar al mar y piel curtida en viento de aventura.

Al cabo de observarlos largo rato, me figuro que soy también uno de ellos, quién no lo diría, el capitán que más océanos ha surcado, el que más huracanes ha sufrido en alta mar, el que más veces ha provocado la ira del viejo Poseidón y ha conseguido escapar de ella.


Aquí donde me ves, cojitranco, lleno de grietas, rodeado de perros vagabundos, he sido polizonte en Singapur, contramaestre en Alejandría, pirata en las claras aguas del Caribe. Cada mañana vengo al kafenío a compartir mi soledad con estos viejos, algunos de los cuales trabajaron para mí; yo les enseñé el duro oficio mientras los vientos nos llevaban cada vez más lejos a descubrir bahías nunca vistas. Juntos hemos superado invencibles cumbres de agua negra, soportado el rigor del sol alucinante, la locura demente, el hambre atroz; juntos, en fin, la vida entera mecidos al compás marino.



Ahora, sin fuerzas, gastados por la sal y por la edad, no navegamos ya. Nos sentamos aquí, apenas hablamos entre nosotros. Si alguien viene y nos pregunta, eso sí, escuchará grandes hazañas, fabulosas proezas, gestas extraordinarias. Nos verá entonar viejas canciones, oirá lamentos por compañeros idos, brindará con ouzo a la salud de todos. Un kombolói entre los dedos que marque el ritmo de las olas, bien metido en las entrañas como un latido, deslizará una esfera por cada pez que cayó en nuestras redes, por cada isla navegante y alegre como delfines de Dioniso, por las mujeres hermosas que esperaban pacientes nuestro regreso. Quien nos oiga va a admirarnos, va a nombrarnos como a gloriosos héroes. Fantasías de marinero, dices. No lo niego.


Algunos, en cambio, a fuerza de repetir las mismas historias acabaron por creerlas. ¿Acaso el que se queda no espera oír de los viajeros largas y prodigiosas series de aventuras? Si te detienes aquí, extranjero, no faltarán en mis relatos las más sensuales ninfas, ni brujas hechiceras, ni los gigantes más horrendos. Después de tanto penar en la mar, tenemos derecho a volver a la patria para narrar la vida que queramos. ¿Qué otra cosa nos queda? Todo lo que dejamos al partir se ha perdido. Cada vez son menos los jóvenes que quieren escucharnos. Ya no nos queda sino esperar bajo este cielo. Esperar, con cierto cinismo sonriente, que venga pronto la muerte y, trocada en ola definitiva, nos lleve por fin de vuelta mar adentro.



Skopelos, Grecia. Fotos (c): Jesús Martín Camacho.2006.



jueves, 14 de octubre de 2010

MI MUERTE DE PETRONIO


Frío el barreño
tibia la copa en la mano
vino, agua y sangre.


Jesús Martín Camacho.2010.
Vino en Bologna. Foto: Jesús Martín Camacho.2009.


martes, 12 de octubre de 2010

SUPO EN QUÉ TONO MORIR. SOLOMON BURKE, DESCANSA EN PAZ


Lo único que no sé es en qué tono lloré cuando llegué a este mundo. Son las palabras de un hombre satisfecho con su vida. Las dijo hace años Solomon Burke (1940 – 2010) y bien pudo pensarlas ayer mismo cuando un infarto lo sacó, dejándolo en el avión, al cielo que adorna Ámsterdam. Allí sería el concierto de presentación de su último disco junto al grupo De Dijk. Y bien pudo juzgarse, sólo entonces, como aconsejaba Sófocles, hombre dichoso.

Sus doscientos kilos sólo le estorbaban para llegar a su trono en el centro del escenario. Semioculto de su público por medio de velos era llevado en silla de ruedas. Se concentraba el artista, el predicador dejaba paso al cantante y, finalmente, las cortinas se descorrían ante el vate. Entonces te olvidas del hombre que llegó a duras penas a los setenta, de los ríos de sudor que han de secarle entre canción y canción, y sólo ves su voz. Sí, la ves: se te acerca de lado, nunca de frente, te cosquillea la nuca y domina tu espalda para, asediándote, alojarse en tu pecho. Te ha poseído. Estás dentro. Y el calor es sensual, corpóreo.

Aclamado com el rey del rock and soul, aunque sin tantos laureles como Otis Redding, James Brown o incluso Marvin Gaye, el sólo hecho de haber parido Everybody needs somebody to love ya debería servir para que tuviera un lugar de honor entre nuestros discos. Pero si además, después de una carrera que inició en el sesenta con sus singles para Atlantic, de cuarenta años de carrera y treinta discos, nos cocina un lp como Don't give up on me, entonces deberemos vaciar la estantería y dedicarle -como mínimo- un mes de duelo oficial escuchándolo sólo a él.

Solomon Burke en el Festival de Blues de Cazorla. Foto: (c) Jesús Martín Camacho.2006.

domingo, 10 de octubre de 2010

EL CERVATILLO ABATIDO

Querido, y cada vez más admirado Juanjo: Recibido, palpado, recitado, palpado, olido, sentido, tocado, abatido.

Salónica, Mayo de 1936. Una madre, en mitad de la calle, llora a su hijo asesinado. A su alrededor y sobre ella, zumban y se rompen oleadas de manifestantes -obreros del tabaco en huelga-. Ella continúa su treno:

En la ventana te parabas y tus anchas espaldas
tapiaban la vista por completo, el mar, las barcas;

tu sombra como un arcángel inundaba la casa
y allá en tu oído chispeaba la flor del atardecer.

Nuestra ventana era la puerta del mundo
y daba al paraíso, donde florecían, luz de mi vida, lasestrellas.

Mientras estabas ahí de pie mirando cómo se encendía el poniente,
parecías un timonel y la habitación un barco.

Y en el vaivén de la serena tarde azulada
navegábamos al interior sigiloso de la galaxia.

Pero el barco se ha hundido y se ha roto el timón,
y yo voy y vengo a la deriva, sola en el fondo del mar,

y ni termino de ahogarme ni alcanzo la superficie;
hago por sujetarme en donde sea pero sólo agarro algas;

las algas se rompen y otra vez el océano me arrastra en sus aguas,
y ya ni sé qué parte es la de arriba ni cuál la de abajo.

Epitafio, canto XV, Yannis Ritsos, traducido por Juan José Tejero.
Serv. Publicaciones de la Diputación de Huelva. 2010.


Otros son asesinados poco a poco. Roma. Foto: (c) Jesús Martín Camacho. 2008.

sábado, 2 de octubre de 2010

ESTOY LOCO POR EL TENIS....

Para Agustín, Jesusito y Juanjo. Para Mario y Manolo.

Pues sí. A uno le da por leer según qué cosas y le asalta la nostalgia. Una buena descripción le lleva a los torneos Filología - Informática de La Arboleda Masters Series. A las cervezas, pimientos rellenos y paella serrana en El Jabugo tras salir de la pista. A las charlas partidos de horas. A las risas y frustraciones. A los enfrentamientos de dobles en Cartaya con los servicios heterodoxos de un servidor. Y a los torneos nunca comenzados. Va por ustedes amigos adversarios.


"A temprana edad había asimilado la armonía esencial para el aprovechamiento de todas las propiedades de la esfera, la coordinación de todos los elementos que intervienen en el golpe que se aplica a la pelota blanca, de modo que el impulso iniciado con un balanceo arqueado continúe después del vibrante sonido de las cuerdas tensas, pasando a través de todos los músculos del brazo, hasta el hombro, como cerrando un prolijo círculo, a partir del cual, con igual fluidez, nace el impulso siguiente".

Tiempos Románticos. V. Nabokov. Ed. Lumen. Trad. R. García-Azkárate.


Lepe. Fotos :(c) Jesús Martín Camacho.2004.