martes, 22 de mayo de 2007

ES UN HOMBRE

Contra la mala memoria, la poesía. Estoy dispuesto a librar batalla a mis olvidos y a hacerlo de modo que, además, le saque mayor provecho. Cada cierto tiempo, aprenderme una poesía. Las pongo aquí a sabiendas de que es un riesgo: cualquiera de vosotros está en pleno derecho de preguntármela cuando me vea. Lo asumo. Así, además, conoceréis un poco de mis gustos literarios (en poesía, claro).
Empiezo con un descubrimiento, Antonio Gamoneda, último premio Cervantes 2006. Y con un poema de juventud:


Es un hombre. Va solo por el campo.
Oye su corazón, cómo golpea,
y, de pronto, el hombre se detiene
y se pone a llorar sobre la tierra.

Juventud del dolor. Crece la savia
verde y amarga de la primavera.

Hacia el ocaso va. Un pájaro triste
canta entre las ramas negras.

Ya el hombre apenas llora. Se pregunta
por el sabor a muerto de su lengua.

© Antonio Gamoneda. Antología poética. Ed. Alianza.




Capela, Badajoz. Foto: © jesús martín camacho. 2004.

lunes, 21 de mayo de 2007

CANSANCIO

Mi cuerpo junto
a la farola se alivia
pero, ¿y mi alma?
© jesús martín camacho. 2007.

Rue de Catraire. París. Foto: © jesús martín camacho. 2007.

jueves, 17 de mayo de 2007

GILGAMESH

Hacia el 1800 a.C. se elaboró un poema acadio que tenía como protagonista a un personaje real, Gilgamesh, rey de Uruk, en la antigua Sumeria. Esta epopeya fue reelaborándose, como todas, hasta conocer una versión tardía hacia el 1100 a.C. Estamos, pues, hablando de hace XL siglos. Y sin embargo, trata temas muy actuales. Y ya no sólo en su contenido, sino en su forma de tratarlos.

Extraigo fragmentos destacados (versión de Ed. Kairós. Con traducción directa del acadio, introducción y notas de Jorge Silva Castillo).


El héroe Gilgamesh encuentra en Enkidú primeramente un peligroso enemigo y, en segundo lugar, un inestimable amigo. Pero Enkidú no halla sentido a su vida, la inactividad le hace entrar en un estado de depresión grave:

Gilgamesh se volvió hacia él
y así habló a Endikú:
"Amigo mío, ¿porqué tus ojos
están llenos de lágrimas,
triste tu corazón?
¿Por qué estás abatido?"
Endikú tomó la palabra
y habló así a Gilgamesh:
"¡Los lamentos, amigo mío,
paralizan mis músculos;
sueltos mis brazos,
mi fuerza disminuye!"
(Versión paleobabilónica, Yale, Tablilla III, columna ii)


Para liberarlo de ese estado, Gilgamesh lo incita a realizar gestas gloriosas de modo que sus nombres pervivan en el tiempo. Pero tras una de ellos, Enkidú muere por orden divina. El llanto de Gilgamesh es todo un canto a la amistad:



¡Escuchadme ancianos! ¡A mí, escuchadme!
¡Lloro yo también por mi amigo, Enkidú!
¡Como plañidera lloro amargamente!
¡Por Enkidú, hacha de mi costado, defensa de mi brazo,
espada de mi funda, escudo delante de mí,
vestido de mis fiestas, estola de alegría!
¡Un demonio maligno surgió y me lo arrebató.
¡Mi amigo, mulo errante, onagro del monte,
pantera de la estepa,
mi amigo, Enkidú, mulo errante,
el onagro del monte, pantera de la estepa!
Uniendo nuestras fuerzas, juntos escalamos la montaña,
nos apoderamos del toro y lo matamos,
y derrotamos a Humbaba, que moraba
en el bosque de los Cedros
¿Y ahora qué es este sueño que de ti se ha apoderado?
Te has apagado y no me respondes.
Y él no levantó la cabeza.
Le tocó el corazón y no le latía.
Como a una esposa cubrió el rostro de su amigo.
Como águila se revolvía en torno suyo.
Como leona que ha perdido a sus cachorros,
no cesaba de ir de un lado a otro.
Se arrancaba mechones de cabello y los soltaba.
Desgarraba sus vestiduras y las arrojaba, como cosa maldita.
(Tablilla VIII, columna ii))






Entonces Gilgamesh toma conciencia de la muerte, de que lo que le ha pasado a su amigo le puede suceder también a él en cualquier momento. Entonces da rienda suelta a su angustia existencial:

Por su amigo Enkidú Gilgamesh
lloraba amargamente y erraba por la estepa.
"¿No moriré yo acaso también como Enkidú?
Me ha entrado en el vientre la ansiedad.
Aterrado por la muerte, vago por la estepa.
(Tablilla IX, col i)

La única solución contra la muerte es el canto a la vida, a los disfrutes, tema presente en todas las sociedades de todo el mundo y todos los tiempos:

Gilgamesh, ¿hacia dónde corres?
La vida que persigues, no la encontrarás.
Cuando los dioses crearon a la humanidad,
le impusieron la muerte;
la vida, la retuvieron en sus manos.
¡Tú, Gilgamesh, llena tu vientre;
día y noche vive alegre;
haz de cada día un día de fiesta;
diviértete y baila noche y día!
Que tus vestidos estén inmaculados,
lavada tu cabeza, tú mismo estés siempre bañado.
Mira al niño que te tiene de la mano.
Que tu esposa goce siempre en tu seno.
¡Tal es el destino de la humanidad!
(versión paleobabilónica, fragmento Meissner, MVAG 7/1: VAT 4105, col iii, 1-14)

El propio Utanapíshtim (único mortal que ha logrado convertirse en un dios) le da la última enseñanza:

Tú has perdido el sueño:
¿Qué has sacado?
En tus insomnios
te has agotado.
Tus carnes están
llenas de ansiedad.
Haces que tus días
se acerquen a su fin.
(...)
De la muerte
no se ha de conocer el día.
(Tablilla X, columna v)
Fotos:
1: Tablilla nº 11 del poema de Gilgamesh. © K.C. Hanson. 1997.
2: ¿Imagen de Gilgamesh?. Museo del Louvre.© jesús martín camacho. 2007.
3: Hazaña de Enkidú y Gilgamesh.

martes, 1 de mayo de 2007

VIAJAR

A pocos días de mi siguiente viaje, esta vez destino París, y cuando me encuentro preparando las rutas de verano (parece que por fin veré Roma y podré hacer mías las palabras de Hildeberto de Lavardín: "¡Cuán intacta quedaste Roma cuando tu ruina es la mayor de todo el mundo!"), me pregunto el porqué de mi afán por aprovechar cualquier ocasión para viajar: ¿esperanza de encontrar fuera lo que no tengo donde vivo? ¿necesidad de escapar de mí mismo? ¿afán por ver todo aquello sobre lo que he leído, visto, imaginado? ¿nuevos decorados para la fotografía? ¿descanso, caminar por donde nunca lo has hecho? Demasiado tiempo dándole vueltas a la cabeza para finalmente llegar a la conclusión que -esta vez sobre el enamoramiento- hace un personaje de Nabokov:

"¿Pero qué podía importar entonces de dónde provenía el suave impulso que incita el alma al movimiento y la echa a andar, condenándola a no detenerse nunca?"

(V. Nabokov, Tiempos románticos, ed. Lumen, trad. de R. García-Azcárate)




Carretera hacia el Acantilado de los Gigantes, Tenerife. Foto:
©Jesús Martín Camacho.2005.