jueves, 12 de julio de 2007

DONDE HABITE EL OLVIDO

Otro desengaño amoroso. Otra frustración. No se puede ser libre. No en ese tiempo. No en esa sociedad. Si no hay solución, mejor morar allí donde a uno no le puedan siquiera rozar las penas (ni las alegrías); allí, en la ataraxía de las tumbas, donde habite el olvido.

Les dejo la voz de Luis Cernuda y su "Donde habite el olvido" (1932-1933), de La Realidad y el Deseo (y sigo memorizando, disfrutando...).

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;

Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.

Ara de M. Calpurnio Lucio. MAP de Sevilla. Foto: © M. Fuentes.

miércoles, 4 de julio de 2007

LA MORAL DE LOS TIPOS DUROS

Para Rocío Carande, en su trnasformación en femme fatale (aunque no le haga falta)
El verano es época de novela negra. De volver a clásicos como Hammet, Chandler o Cain. Spade y Marlowe. Lecturas rápidas como los movimientos de brazos y de cerebro de detectives privados. Narración concisa, personajes secundarios, frases lapidarias, réplicas hirientes, contrarréplicas a bofetadas, calles mojadas, cuestas de Santa Mónica, San Diego, atmósferas de Nueva York. Noches, clubes. Matones pardillos, gángsteres de cuidado, femme fatales, detectives almorzando whiskys... y, de vez en cuando, destellos de moral, de saber a qué mundo perteneces y no pretender otros. De no arrastrar a otras (casi siempre mujeres) contigo.
En el siguiente fragmento, el detective Marlowe, contratado por un mafioso arrepentido para que le ayude a escapar de ese mundo, pide a una amiga suya (tenía una existencia sin muchas penas y con suficientes petrodólares para ser segura. Pero en una situación apurada era tan fría y tenía tantos recursos como un buen policía. Se llamaba Anne Riordan) que controle la llegada de los dos ejecutores enviados por la mafia para acabar con su cliente. El asunto es arriesgado. En la conversación el deseo sexual es evidente, la lucha interna de Marlowe también (me gusta pensar que conozco al menos a una mujer guapa y encantadora que no es ligera de cascos). Disfrútenlo:

Se estremeció un poquito.
-Creo que soy yo la que necesita un trago.
Le sonreí.
-Ya vas captando la atmósfera, querida. No te aprieto más.
Trajo un par de escoceses en vasos largos (...)
-Mira que eres puñetero -dijo-. Las mujeres hacen todo lo que tú quieres. ¿Cómo es que soy virgen a los 28 años?
-Necesitamos algunas como tú. ¿Por qué no te has casado?

-¿Con quién? ¿Con algún ligón cínico al que no le queda más que la técnica? No conozco ningún hombre verdaderamente bueno... aparte de ti. No me seducen los dientes blancos y las sonrisas deslumbrantes.
Me acerqué y tiré de ella para ponerla en pie. Le di un beso largo e intenso.
-Soy honrado -casi susurré-, y eso ya es algo. Pero estoy demasiado maleado por el oficio para una chica como tú. He pensado en ti, te he deseado, pero esa mirada dulce y transparente de tus ojos me dice que me mantenga a distancia.
-Tómame -dijo ella en voz baja-. Yo también tengo sueños.
-No podría. No es la primera vez que me pasa. He tenido demasiadas mujeres para merecer una como tú. Tenemos que salvar la vida de un hombre. Me marcho.
Se quedó de pie y me miró marchar con una expresión seria. Las mujeres que consigues y las mujeres que no consigues viven en mundos diferentes. Yo no menosprecio ninguno de los dos. Vivo en los dos.

El lápiz. Raymond Chandler, ed. Alianza Ed.cap. 2, pp. 150-1 (trad. Juan Manuel Ibeas).
Imágenes:
1. Raymond Chandler.
2. Ilustración deDavid Lloyd de The pencil para Byron Preiss Visual (1994-2003)

lunes, 2 de julio de 2007

ROSITA E INÉS

Para Rosita. Deseo con toda mi alma que no le supere el inicio del curso que viene

Rosita se expresa sobre todo con muecas. Tiene miedo de intentar arrancar un sonido de su interior y que no pase, como siempre, de su cerebro. No sabe lenguaje de signos y desde su silla de ruedas los labios de las personas le quedan muy lejos de sus escasos 70 cm de altura. Rosita alterna las idas y venidas al instituto con las visitas al hospital. Comprenderán que es normal que sea malhumorada y desconfiada con la gente. Sobre todo con el monitor que trabaje con ella. Ha llegado uno nuevo: se llama Inés.

La cosa sigue igual, pero Inés quiere, mejor dicho, sabe que va a ganarse a Rosita y al resto de profesores. No se equivoca. Su sonrisa le abre las puertas, pero es su determinación y su tenacidad en el trabajo los que logran que aquéllas permanezcan abiertas. Su saber en el modo de trabajar facilita los resultados. Han pasado tres años. Rosita ya no tiene miedo -casi ni vergüenza- de intentar hablar, los sonidos emergen casi distinguibles.Rosita entiende el lenguaje de signos y, aunque le siguen gustando mucho más las muecas, los utiliza.

Pero, sobre todo, Rosita mira hacia arriba a las personas y quiere comunicarse con ellos; sólo mira hacia abajo para dar pellizcos en los culos que quedan a su alcance o preparar algunas trastadas. Rosita e Inés; Inés y Rosita. Tanto esfuerzo para hacer que sepa comunicarse y entre ellas todo es vano. No les hace falta ningún medio para entenderse: se miran y saben si tienen que trabajar, que descansar, que reir, que bromear, que decirse piropos con los ojos y las manos. Se admiran y se mosquean, se quieren y se necesitan, Una a otra.


cara a cara

dedos como palabras

los ojos atentos
Aula de Apoyo, IES La Arboleda, Lepe. Huelva. Fotos: © jesús martín camacho.2007.