miércoles, 4 de julio de 2007

LA MORAL DE LOS TIPOS DUROS

Para Rocío Carande, en su trnasformación en femme fatale (aunque no le haga falta)
El verano es época de novela negra. De volver a clásicos como Hammet, Chandler o Cain. Spade y Marlowe. Lecturas rápidas como los movimientos de brazos y de cerebro de detectives privados. Narración concisa, personajes secundarios, frases lapidarias, réplicas hirientes, contrarréplicas a bofetadas, calles mojadas, cuestas de Santa Mónica, San Diego, atmósferas de Nueva York. Noches, clubes. Matones pardillos, gángsteres de cuidado, femme fatales, detectives almorzando whiskys... y, de vez en cuando, destellos de moral, de saber a qué mundo perteneces y no pretender otros. De no arrastrar a otras (casi siempre mujeres) contigo.
En el siguiente fragmento, el detective Marlowe, contratado por un mafioso arrepentido para que le ayude a escapar de ese mundo, pide a una amiga suya (tenía una existencia sin muchas penas y con suficientes petrodólares para ser segura. Pero en una situación apurada era tan fría y tenía tantos recursos como un buen policía. Se llamaba Anne Riordan) que controle la llegada de los dos ejecutores enviados por la mafia para acabar con su cliente. El asunto es arriesgado. En la conversación el deseo sexual es evidente, la lucha interna de Marlowe también (me gusta pensar que conozco al menos a una mujer guapa y encantadora que no es ligera de cascos). Disfrútenlo:

Se estremeció un poquito.
-Creo que soy yo la que necesita un trago.
Le sonreí.
-Ya vas captando la atmósfera, querida. No te aprieto más.
Trajo un par de escoceses en vasos largos (...)
-Mira que eres puñetero -dijo-. Las mujeres hacen todo lo que tú quieres. ¿Cómo es que soy virgen a los 28 años?
-Necesitamos algunas como tú. ¿Por qué no te has casado?

-¿Con quién? ¿Con algún ligón cínico al que no le queda más que la técnica? No conozco ningún hombre verdaderamente bueno... aparte de ti. No me seducen los dientes blancos y las sonrisas deslumbrantes.
Me acerqué y tiré de ella para ponerla en pie. Le di un beso largo e intenso.
-Soy honrado -casi susurré-, y eso ya es algo. Pero estoy demasiado maleado por el oficio para una chica como tú. He pensado en ti, te he deseado, pero esa mirada dulce y transparente de tus ojos me dice que me mantenga a distancia.
-Tómame -dijo ella en voz baja-. Yo también tengo sueños.
-No podría. No es la primera vez que me pasa. He tenido demasiadas mujeres para merecer una como tú. Tenemos que salvar la vida de un hombre. Me marcho.
Se quedó de pie y me miró marchar con una expresión seria. Las mujeres que consigues y las mujeres que no consigues viven en mundos diferentes. Yo no menosprecio ninguno de los dos. Vivo en los dos.

El lápiz. Raymond Chandler, ed. Alianza Ed.cap. 2, pp. 150-1 (trad. Juan Manuel Ibeas).
Imágenes:
1. Raymond Chandler.
2. Ilustración deDavid Lloyd de The pencil para Byron Preiss Visual (1994-2003)

1 comentario:

Rocío Carande dijo...

Gracias, Jesús. No sé por qué, siempre me has hecho pensar en Retrato de Jennie.