miércoles, 30 de noviembre de 2005

PROPÓSITOS

Tras la febril ensoñación, los propósitos para humanizar la obsesión. La lucha interior por dejar de ser lo que eres; por pasar de la pasividad contemplativa a la acción. Hay unos que son Aquiles y otros, sin más remedio, Homero.


Voy a dejar de rodear tu barrio,
Voy a pelearme con tu calle vacía,
Voy a tirar mil piedras a tu balcón
Para comprobar que soy capaz
De llegar a tu puerta.

Voy a arriesgarme a encontrarte,
Voy a gritar hasta que ronquee mi timidez,
Voy a dejar de buscarte con los ojos
Para empezar a encontrarte
Con las palabras.

Voy a mancillar los umbrales de tu templo,
Voy a dejar mi huella en tu territorio,
Voy a tomar posesión de tu divinidad,
Para contemplar, al menos, la posibilidad
De volverte mortal.

© Jesús Martín Camacho. 2005.


Barrio Gótico. Barcelona. Foto: © J. Martín Camacho. 2005.

jueves, 24 de noviembre de 2005

LAS CRINES VERDES

Retrato de una obsesión. Ida y vuelta. Te rapta de la rutina existencial de una manera atroz. El síndrome de Estocolmo no conoció víctima más complaciente. Dura poco en tu mente y con la misma brutalidad te deja en el mismo sitio de donde te arrebató. El intervalo, sin embargo, es sensualmente indescriptible -aunque sepas que el final será inminente e irremediable-.
La imaginación, su elevación, la sensación de libertad, más preciada aún que la libertad misma; eso son las crines verdes.

Isla Cristina. Huelva. Foto © Jesús Martín Camacho. 2005


Pasas, vestida de mar, rebanando olores que queman mi garganta,
Dejas caer tu intensidad no más para que me vea incapaz de adorarla
Y me despelleje en ritmos cotidianos, sepulturas mohosas que
Sólo esperan el paso del tiempo adocenado.

Te veo venir, pero sólo me puedo arquear y malear mi fuero.
Inocente, la culpa empieza a arañar mi conciencia,
Revuelve la cadena de incomprensiones que me excitan
Y metamorfosea los nudos de mi actitud en discapacidad plena.

Hoy no caminas y yo te veo venir entre crines de caballos verdes,
¡Cuánto puedo vislumbrar de tu imagen preñada de incisos!
La voz no desmenuza mis labios ni pretende liberarse.

Ya ni siquiera te veo cuando no estás ahí, interrogante.
El camino simplemente se recuesta sobre sí mismo y calla.
Sólo queda estar a la espera sin que ocurra nada. Abulia.

© Jesús Martín Camacho. 2001

jueves, 17 de noviembre de 2005

GETARES

Para mi madre, que siempre disfruta
de un buen paseo por la playa.

Con esto acabo la serie de entradas dedicadas al mar... por ahora.

Nada es tan mío
Como el mar
Cuando lo miro
(E. Nandino)




De mañana, temprano, el olor a húmedo salitre, los pasos desnudos, fríos, la arena regularmente ondulada tras el paso del tractor, la marea baja, pausada, incitadora al primer contacto de la jornada.
Al mediodía el calor en la piel, demasiado tostada como para sentirlo, el hambre abriéndose paso entre los juegos, almuerzo con el resto de la familia, que vino a pasar el día, el olor a la sandía que resbala por la barbilla, cae al pecho, se mezcla con la arena, dulce crujiente. La siesta, inevitable para los mayores, y guardar la digestión, obligada para los niños (aceptada a regañadientes y no siempre).


La tarde, que no empieza de verdad hasta que los intrusos que llegaron en masa se van yendo a medida que el calor deja paso a la brisa marina, nos recibe para que nos demos el último baño, el que mejor se recuerda, el que más se disfrutaba porque había que ir a ducharse para estar limpios en la cena.
La noche, tiempo de charlas entre el vino y el mus (parchís y bingo para las madres), hora de reunión entre los vecinos de casetas, hechas de tablones de madera. Las fogatas nos iluminan a intervalos en nuestro terreno de correrías, nos muestran vestidos con chándals y disfrutando de unas vacaciones que nunca volverán a repetirse.


Aún me alumbran esos fuegos cuando pienso en aquellos días. Se echan de menos. Cuando eres niño, la playa, el campo, el pueblo no son tales, sino que son tu playa, tu campo, tu pueblo. Luego, conforme pasa el tiempo, aunque el vínculo se debilita y se socializa tu propiedad, cada cierto tiempo un repentino puñetazo en la boca del estómago hace que vuelvas atrás tu pensamiento, tu vista, tu olfato, tu tacto... creo que a eso le llaman nostalgia. Nostalgia a tu playa, tu campo, tu pueblo. Nostalgia a tu infancia.
© Jesús Martín Camacho. 2005.
Fotos: Playa de Getares, Algeciras. Cádiz. © Jesús Martín Camacho. 2005.

sábado, 12 de noviembre de 2005

LA INICIACIÓN

En la penumbra de una reducida cabina de proyección el rostro fascinado de Totó se acerca lentamente a un hueco, a través del cual un haz de luz lleva la imagen del proyector a la pared del provinciano cine Paradiso, auténtico protagonista de la película italiana Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore, 1989 (con una versión extendida del 2002). Once años después el autor español más nostálgico -quizá porque su infancia sí que no se puede desligar del cine en todas sus vertientes: sesiones dobles en cines de barrio, libros, afiches de películas, recortables de estrellas, sueños, etc.-, José Luís Garci, vuelve a mostrar la imagen del niño prendado, esta vez con el rostros de Manuel Lozano, de la pantalla, en este caso instalada en la pared de un café pueblerino. La película es You're the one, y su melancólico subtítulo (Una historia de entonces), 2000.
Las dos películas están situadas en tiempos pasados, pero tienen un sentimiento común, una imagen que hacer llegar: la fascinación por el cine, la invitación al sueño más real que la propia vida. Todos hemos pasado por esa época de iniciación. Yo la tuve con las películas de vaqueros, bueno, a decir verdad, con ciertas escenas de ellas: "mamá avísame cuando peleen los indios contra los vaqueros" (mientras tanto, yo escenificaba con mis jinetes la formación en las praderas del pasillo de mi casa); poco después llegaron los maravillosos e insustituibles ciclos de la Segunda Cadena. Con ellos empecé realmente a amar el cine: mi primer contacto con Alfred Hitchcock (Con la muerte en los talones,1959), los hermanos Marx (El hotel de los líos, William A. Seiter, 1938), Tarzán (Tarzán de los monos, W. S. van Dyke, 1932), Gary Cooper (Beau Geste, William A Wellman, 1939), el cine negro (Laura, Otto Preminger, 1944; Los sobornados, Fritz Lang, 1953; etc.)...
No me equivoco si afirmo con rotundidad que el cine ha sido el profesor de mis asignaturas favoritas (latín aparte): la comunicación, las relaciones y la imaginación. Sin embargo echo de menos en los canales de televisión de hoy día (satélites aparte) una atención a este tipo de películas que me ayudaron a crecer, sentir y disfrutar de la vida a través de la ficción. Y es por ello por lo que hoy toca homenajear al único programa de televisión que trae semanalmente una lección de cine, sin excepción, a la que no deberíamos faltar. Mi enhorabuena y, sobre todo, mi gratitud a ¡Qué grande es el cine!. Gracias, Mr. Garci.
Fotograma de Cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore, 1989.

jueves, 10 de noviembre de 2005

AD HOSPITIVM

Explorar un cuerpo, recorrer sus caminos. Mil maneras de hacerlo, mil senderos distintos. Y cada vez más conocido y una vez más diverso. El punto intermedio entre lo pausado y el frenesí; lo consciente y el arrebato. Aceptar su invitación, hacerlo tuyo. Llegar a su hospedaje.
Siete son los caminos que tu calor orientan:
El umbral está en tu nuca;
Despoblemos su camino de fronda.
La abrupta cima de tu clavícula
Es coronada de besos apenas opresivos
Las concavidades de los omóplatos;
Despeñado torrente de hormigueos.
El mediodía entre tus pechos;
La tibieza de un descenso.
El descanso en el vientre;
La planicie de su tersa (im)paciencia.
Recorro las dunas de tus caderas;
Inabarcables, incitadoras, hospitalarias.
El ángulo interior de tus muslos anhela
La exploración de su umbría calidez.
He alcanzado tu centro.
Me recibes, me quemas.
@ Jesús Martín Camacho. 2005.
Diana (detalle), J.P. Houdon, 1780. Museo Gulbenkian. Lisboa (Portugal). Foto:@ Jesús Martín Camacho. 2004.

martes, 8 de noviembre de 2005

¿INSISTIR?


Esto es para ti. Porque, en contra de lo esperable, a veces es mejor no insistir. Y he tenido la suerte de haberlo comprobado.
Tardaste exactamente una eternidad
Menos dos minutos en cerrar tu puerta;
Los que a mí me faltaron para subir
Los tres escalones de vuelta al calor.
Desde entonces, inmovilidad: luz-
Contador-oscuridad-luz-contador-
Oscuridad-luz-contador-oscuridad-,
Hasta que el portazo que comenzó
En tu dormitorio acabó por estallar
En algún lugar entre mi estómago
Y mi cabeza, para luego salir por mis labios,
Desfallecido, a modo de suspiro resignado,
Sospechosamente repetitivo.
© Jesús Martín Camacho. 2005.

Playa de Carvoeiro. Algarve. Portugal. Foto © Jesús Martín Camacho. 2005.

domingo, 6 de noviembre de 2005

LA BODA DE MI MEJOR AMIGO

Mi hermano se casa. La prometida, Samara; el afortunado, él. Será el próximo Octubre, pero ya leo ciertos poemas y pienso en ellos. Espero que ese día puede hacer suyas las palabras de Odysseas Elytis:

Hablo de ti y de mí

Porque te amo y sé en el amor
Entrar como la luna llena
Por cualquier sitio, hablo de tu pequeño pie en las inmensas sábanas,
Para desplumar jazmines -tengo mi fuerza
Adormecida- y soplar y llevarte
Por caminos brillantes y pórticos secretos del mar
Árboles hipnotizados con arañas que platean
Han oído las olas
Cómo acaricias, cómo besas
Cómo dices murmurando "qué" y "ah"
Alrededor de la garganta de la bahía
Siempre nosotros la luz y la sombra

Siempre tú la estrella y yo el bajel sombrío
Siempre tú el puente y yo la linterna derecha
El dique mojado y el resplandor de los remos
Arriba en la casa con los sarmientos
Las rosas atadas, el agua que se hiela
Siempre tú la estatua de piedra y yo la sombra que crece
Tú el postigo cerrado, yo el aire que lo abre
Porque te amo y te amo
Siempre tú la moneda y yo la adoración con que se paga:
Tanta noche, tanto clamor en el viento
tanta gota en el aire, tanto silencio
El mar alrededor la despótica
Bóveda del cielo con los astros
Tanto aliento tuyo pequeñísimo

Que nada puedo hacer
Entre cuatro paredes, el techo, el suelo
Sino hablar de ti y mi voz me golpea
Sino tener tu perfume y se enfadan los hombres
Porque lo no probado y lo traído de otro sitio
No lo soportan los hombres y es temprano, escúchame
Es temprano aún en este mundo amor mío

Para hablar de ti y de mí.

© Odysseas Elytis, El Monograma, 1978. Trad. J. Antonio Moreno Jurado. Ed: Los libros de la frontera. 1987, pp. 218-219.



















Foto © Jesús Martín Camacho. 2005
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jueves, 3 de noviembre de 2005

RETURN TICKET

Para la hermosa Irene, en tanto que llega el –merecido- final feliz de su tango.

El regreso, Copyright © Georg Miciu Nicolaevici.
Me compré un tango
En el kiosco de adioses
Del aeropuerto (nº 202)

Se despidieron
Y en el adiós ya estaba
La bienvenida (nº 109)


Le Baiser de l'Hotel de Ville, Paris, Foto: © Robert Diosneau. 1950.
Y aquí termina mi expolio de Rincón de Haikus, de M. Benedetti.

miércoles, 2 de noviembre de 2005

SR. FORD, S.T.T.L.



Bernardo Víctor Carande (1932-2005).
"Nuestro John Ford se ha ido, sólo y con las botas puestas". Al menos ya siempre estarás en Capela, tu sitio, uillae tecta tuae propter ut aspiceres.
sit tibi terra leuis

Capela, Almendral. Badajoz. Foto © Jesús Martín Camacho. 2004.