jueves, 17 de noviembre de 2005

GETARES

Para mi madre, que siempre disfruta
de un buen paseo por la playa.

Con esto acabo la serie de entradas dedicadas al mar... por ahora.

Nada es tan mío
Como el mar
Cuando lo miro
(E. Nandino)




De mañana, temprano, el olor a húmedo salitre, los pasos desnudos, fríos, la arena regularmente ondulada tras el paso del tractor, la marea baja, pausada, incitadora al primer contacto de la jornada.
Al mediodía el calor en la piel, demasiado tostada como para sentirlo, el hambre abriéndose paso entre los juegos, almuerzo con el resto de la familia, que vino a pasar el día, el olor a la sandía que resbala por la barbilla, cae al pecho, se mezcla con la arena, dulce crujiente. La siesta, inevitable para los mayores, y guardar la digestión, obligada para los niños (aceptada a regañadientes y no siempre).


La tarde, que no empieza de verdad hasta que los intrusos que llegaron en masa se van yendo a medida que el calor deja paso a la brisa marina, nos recibe para que nos demos el último baño, el que mejor se recuerda, el que más se disfrutaba porque había que ir a ducharse para estar limpios en la cena.
La noche, tiempo de charlas entre el vino y el mus (parchís y bingo para las madres), hora de reunión entre los vecinos de casetas, hechas de tablones de madera. Las fogatas nos iluminan a intervalos en nuestro terreno de correrías, nos muestran vestidos con chándals y disfrutando de unas vacaciones que nunca volverán a repetirse.


Aún me alumbran esos fuegos cuando pienso en aquellos días. Se echan de menos. Cuando eres niño, la playa, el campo, el pueblo no son tales, sino que son tu playa, tu campo, tu pueblo. Luego, conforme pasa el tiempo, aunque el vínculo se debilita y se socializa tu propiedad, cada cierto tiempo un repentino puñetazo en la boca del estómago hace que vuelvas atrás tu pensamiento, tu vista, tu olfato, tu tacto... creo que a eso le llaman nostalgia. Nostalgia a tu playa, tu campo, tu pueblo. Nostalgia a tu infancia.
© Jesús Martín Camacho. 2005.
Fotos: Playa de Getares, Algeciras. Cádiz. © Jesús Martín Camacho. 2005.

4 comentarios:

la flaca dijo...

wow... hice un viaje al pasado, aunque el pasado se llame en realidad "agosto - septiembre 2005" y me recorrio una nostalgia un tanto especial... fui hasta cortadura, pasando por tarifa para volver al puerto... todo por una puesta de sol, por una tarde que "no empieza de verdad hasta que los intrusos que llegaron en masa se van yendo..." no se si darte las gracias o matarte pisha!!!

Anónimo dijo...

He llorado...realmente he dado un paseillo por mi infancia...

Iesus dijo...

Hola, Ana:
¡Qué alegría ver que alguien ha sentido lo mismo que yo cuando lo escribí. Realmente quería recoger ese pedazito de mis tiempos de niñez.
Besos

Anónimo dijo...

Sí, es bonito recordar la niñez aunque te lleve a la nostalgia...
Al leer tus palabras me acordaba de mi abuelo, de su figura en la playa con su gorra blanca diciéndonos, a mí y a mis hermanos, que debíamos tener cuidado y no llegar a dónde el agua nos cubriese.

A veces me cuesta recordar cómo era él...su olor, sus costumbres, sus bromas, su risa, sus caricias, el amor y empeño que ponía en todo, los pequeños detalles que le hacían ser especial...Pero, me siento, leo el periódico o un libro, tomo un café, cocino, abro un cajón, plancho, estudio, escucho una canción...¡y ahí está!, vuelven todos esos recuerdos a mi cabeza...y sonrío, parece que le veo y comienzo a soñar despierta...me siento feliz...y le veo otra vez...y me veo con él jugando las mejores partidas de cartas hasta las tres de la madrugada en su mesa, o tomando unos vinos con queso en un bar mientras me acaricia el cuello con los dedos índice y corazón diciendo: "es mu chiquitilla...pero sabe más que los ratones coloraos...". Entonces aterrizo...y lloro...

Las personas no deberíamos llegar hasta ciertas situaciones...no es justo...

Bueno, leer tu texto me ha hecho recordarle...y te lo agradezco.

Un abrazo