jueves, 16 de diciembre de 2010

LAS ROCAS DE PROMETEO

Leo, en una nueva preciosa edición, Las más bellas leyendas de la Antigüedad clásica, de Gustav Schawb. Este alemán, ilustrado del XIX (pastor protestante, poeta, filólogo, teólogo, traductor...), moldea, cincela y rebaja los desniveles que suponen las variantes que tiene cada leyenda clásica, y las recreacon una exquisitez de vocabulario, un estilo esmerado y una fluidez narrativa sin parangón, tal que no hace más que despertar al niño que hay en mí y estimular al hombre en que me he convertido.

Leo y me hace envidiar la suerte que tienen los alumnos de la asignatura de Mitología de la Universidad Autónoma de Madrid que oyen al Prof. Javier del Hoyo. Yo no he sido uno de ellos, pero si leo a Schawb, algo hace que recuerde sus clases sin haber estado ni un minuto en ellas. Tanto placer da escucharlo contar. Se trate de lo que se trate.
Os dejo con el castigo del titán en versión de Schwab:

"...Y allí, sobre un espantoso precipicio, encadenarle con cadenas indestructibles al muro de roca del Cáucaso. Hefesto cumplió a desgana el mandato de su padre, pues amaba en el hijo de los Titanes al consanguíneo descendiente de su abuelo Urano, a un vástago de los dioses de tan alta alcurnia como Zeus. Con palabras llenas de piedad y bajo los improperios de sus brutales servidores, mandó a éstos que efectuasen el cruel trabajo.


Y así hubo de permanecer Prometeo suspendido de la desolada peña, de pie, insomne, sin nunca poder doblar la cansada rodilla. "Exhalarás muchas inútiles quejas y suspiros -díjole Hefesto-, pues la voluntad de Zeus es inexorable, y todos aquellos que llevan poco tiempo disfrutando de un poder usurpado son duros de corazón". En realidad, el tormento del cautivo debía durar eternamente, o por lo menos treinta mil años. Aunque suspirando y quejándose a voces, aunque llamando, como testigos de su dolor, a los vientos y a los ríos, a las fuentes y a las olas del mar, a la madre Tierra y a los astros del Zodíaco que todo lo ven, su ánimo no se doblegó."


El Torcal. Antequera (Málaga). Fotos: (c) jesús martín camacho.2010.

domingo, 5 de diciembre de 2010

EN UN LUGAR SOLITARIO (VII): SEVEN CHANCES.

Qué estilo tenían. Qué falta de medios y qué derroche de ingenio.Para qué decir algo con las palabras (si todavía no registramos el sonido), a qué poner más cortinillas (hay que evitar que lean mucho), a qué todo más si con mucho menos se puede decir todo. Sí, pero cómo. Pues pongamos este excelente caso:

El agente de bolsa Jimmy Shannon está cercano a la bancarrota cuando un abogado le presenta el testamento de su abuelo legándole 7 millones de dólares. Pero para poder heredar ese dinero deberá casarse antes de las 7 de la tarde de su 27 cumpleaños... ¡Y eso es hoy!

¿Cómo se hace más acuciante el problema? Pues sólo hay que recordar el comienzo (exactamente los dos primeros minutos) de estas Siete ocasiones (Seven chances, B. Keaton, 1925), para saber cómo es Jimmy (traduzco las cortinillas entre los fotogramas que van):


Un hermoso día de verano, cuando las fragancias están en flor, Jimmy Shannon fue a ver a Mary Jones. Quería decirle que la quería.



Cuando llegó el otoño dorado y las flores se marchitaron y desaparecieron, él todavía quería decirle que la amaba.



Cuando el invierno llegó y las hojas se habían caído una a una y la nieve había cubierto las colinas y los valles, él todavía quería decirle que la amaba.


De cualquier modo, cuando la naturaleza volvió a cambiar de nuevo, trayendo una primavera bullente con sus hermosos brotes y capullos... él todavía quería decirle que la amaba.