miércoles, 17 de septiembre de 2008

THE HOUSE THAT NANI&ALBERTO BUILT

Lógicamente, para Nani y Alberto. ¡Pero también para Tinito!
La casa de Nani y Alberto es una y muchas. Tanto es así, que podría formar parte del repertorio de las Ciudades Invisibles de Calvino. La casa de Alberto y Nani es ellos. En un primer momento era una casa que sabía a salmorejo casi veraniego, que lloró –casi a escondidas- con Cinema Paradiso, que vivió una incipiente y gran historia entre cuatro paredes; una historia digna de ser contada de noche en la plaza de la Inmaculada Concepción. Ahí me hice / me hicieron formar parte de la casa de Nani y Alberto.

En un segundo tiempo, la casa se convirtió en estudio de dos artistas, de almuerzo compartido con los amigos (los que menos tenían abrazaron a los tres peregrinos), de conversación lánguida de sobremesa, altos ventanales y cocina amenazada por vecino esquizofrénico. A la tercera, la casa fue de vaso de agua y poco más, pero seguían guiñándome sus muebles, sus libros, los dibujos.

De repente, la casa de Alberto y Nani se ha convertido en un sofá albino, un oasis donde uno se atreve hasta a cerrar las ventanas en pleno junio en Sevilla. Bendiciones del microclima de un mundo-salón que no invita, sino arrastra al insomnio desde la biblioteca-discoteca. Ésa que no deja respirar ni un centímetro de su pared (¡aunque sé que los mejores discos están en el dormitorio, truhanes del sancta sanctorum!). Aún así, el sueño te recoge y nada hay que te despierte (ni vecinos –¿los habrá algún día?- ni habitantes).

Y tras pasar una deliciosa noche con la casa. La mañana siguiente la casa de Nani y Alberto es Alberto y Nani. Y cuando se levantan y lo primero que hacen es darte un abrazo matutino y sentarse a tu lado en el sofá, la casa de Nani y Alberto es en ese momento el hogar de Alberto, Nani y Jesús.

Uno puede sentirse dichoso de contar con ellos.
Imágenes: © Nani González.
1) Autorretrato, 1. Acrílico sobre lienzo.
2) Alberto. Acrílico sobre lienzo.
3) Cotidiana. Acrílico sobre lienzo.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

NO ESTUVIMOS SOLOS

A los cuatro viajeros, a los centenares que nos acompañaron.


Última entrada dedicada a la Argentina. Va siendo hora de que este blog vuelva a la caótica normalidad de la que ha presumido siempre.
Y va dedicada a los compañeros de viaje que nos han acompañado desde la letra impresa. Hemos ido cinco, pero con cada uno, muchos más:


Estuvieron también Pombo, Benedetti, Ionesco....



...O'Neill, Chéjov, Stendhal, Gógol...



...Koltès, Dostoievski, Neruda...



....Onetti, Poniatowska, Gelman...



...Moravia, Terencio, Chatwin...

...y tantos, muchísimos otros (hasta setentaytantos contamos), cuyo testimonio gráfico, por problemas informáticos, no han podido aprecer aquí.

Maipú 474. Buenos Aires. Fotos: © jesús martín camacho.2008.

lunes, 8 de septiembre de 2008

CASUALIDAD E INTERTEXTUALIDAD: RAYUELA.COM

Para la niña de la media melena atada.


Prometí dedicarte una próxima actualización diferente, pero es que en menos de doce horas y a miles de kilómetros, la casualidad ha vuelta a mostrarse. Si no, lee: chatear sobre la casualidad, la casualidad en Cortázar, la casualidad al principio de Rayuela; despertarme e ir a trámites burocráticos, ver que hay mucha cola, hacer antes unas compras, encontrar una nueva librería, comprar un libro, dirigirme al mostrador a pagarlo, toparme con la sección autores del Campo de Gibraltar, echar un vistazo y abrir un libro sólo porque la editorial es del pequeño pueblo donde trabajo, abrirlo por una página cualquiera y encontrar un capítulo titulado "Rayuela.com" (de nuevo la casualidad, el principio del libro, pero...¡recreado en clave de messenger!). No es que sea un gran texto (no pretende serlo, gracioso a lo sumo), pero la curiosidad y la casualidad mandan.
Coloco uno tras otro el inicio de Rayuela y Rayuela.com:




¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada que se inscribía en el Pont des Ats, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.
Rayuela. Julio Cortázar, ed. Cátedra, pp. 119-120.




¿Encontraría a la e-Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo desde Google, a la página de contactos, y apenas si las luces ceniza y olivo del banner que flota sobre la pantalla me dejaban distinguir las formas, ya su silueta delgada aparecía en el interior de la webcam, a veces andando de un lado para otro, a veces detenida, sentada en uno de sus confortables sillones. Y era tan natural sentarme en el escritorio, esperar a que se despertara y acercarme a la e-Maga, que sonreía sin sorpresa, convencida de que un encuentro entre internautas era lo menos casual de nuestras vidas y que la gente que se da citas precisas a través del Messenger es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo del dentífrico.
Los 400 golpes (“Rayuela.com”, G090). Federico Fuertes Guzmán, ed. E.d.a.

Intertextualidad. Foto: © jesús martín camacho.2008.

sábado, 6 de septiembre de 2008

USHUAIA, FIN DEL MUNDO Y CLÍMAX DE NUESTRA ARGENTINA

Esto ya no va sólo para los viejos (y nuevos) amigos de estas Crines Verdes, sino --y muy especialmente-- para los otros cuatro viajeros, que ya tendrán ganas de ver más fotos.
Dejo el texto de Alberto (ojo, tan extenso como sugerente), y las imágenes de Ushuaia, del sur de la Patagonia y del mundo. Que sea él quien hable con su prosa ambulante:

Hagamos un ejercicio de imaginación imposible que nos saque del atolondramiento veraniego y de la simpleza de la cotidianeidad invariable y horizontal con que esperamos que el sol caiga, fuego, sobre vosotros con la misma fiereza, un día y otro, así como las noches vienen, una luna tras otra, a daros tregua. Abramos un mapamundi sobre la mesa más grande y cercana, a vuestro alcance, retomemos de nuestros armarios ese globo terráqueo que hemos utilizado tan poquito a pesar de fingir alegría la navidad en que nos cayó como regalo inesperadamente previsible, y que quedó acumulando polvo y el peso de los días y de la historia cambiante en la oscuridad de doble puerta de chapa y madera, coloreemos sobre una hoja blanca continentes y océanos, bastarán algunos nombres: topónimos generales, accidentes geográficos varios y relevantes. Imaginemos, por otro lado que, en este soñar lo imposible, viajamos al mundo al revés, y donde existe el sol calentando nuestras palmas de los pies (o derritiéndolas) ya no lo hay, ya no se encuentra ahí en lo alto del cielo y una vaga tela blanquecina ocupa su lugar; y allí donde os encontráis sudando grados, hasta cuarenta tal vez, ahora, en este reverso de la moneda que es Cono Sur, tiritáis tres grados, y son bajo cero, pues en este lugar los copos de nieve juegan a bailar en el aire en tanto caen, divertidos, como niños, como duendes, como palabras al azar pescadas en el diccionario, y claro, una alfombra de luz transparente, algodón helado, comienza a cubrir la ciudad. ¿La ciudad? Ahora es vuestro momento, porque habréis de buscar en el planeta la ciudad más al sur que el hombre habita.
Os dejo algunos minutos hasta que me ubiquéis en ese lugarcito en vuestro mapamundi desplegado, en vuestro globo terráqueo desempolvado, en el mundo que habréis coloreado temblorosamente. Uno. Dos. Tres.
Exactamente: si tus ojos recorren la cordillera andina de norte a sur (al oeste vas dejando la Chile de Neruda, al este de las montañas ves Argentina), sin separarte, casi llegando al final del Cono, cuando la cadena montañosa tuerce su columna vertebral, aparece entonces una región blanca entre lagos y montañas coronadas de espuma o algodón o miles de años o colihues de hoja perenne que llegan cerca de sus cimas, entre valles helados trescientos setenta días por año. El canal que tiene al sur se llama Beagle, y sus aguas son al mismo tiempo las del Atlántico y las del Pacífico. ¿La ciudad? USHUAIA., portuaria, corazón de la Tierra del Fuego. Estoy en Fin del Mundo, y cualquier paso hacia adelante significa un salto al abismo: tan sólo mil kilómetros me separan de la Antártida.




El canal es navegado por catamaranes que transitan sus aguas y otean, pero muy de cerca, sus islas pobladas de cormoranes imperiales y leones marinos. Abrigados hasta las orejas, subimos a la cubierta del barco. El tiempo se volvió inclemente y entonces comenzó a nevar recio, las aguas se encrespearon y golpeaban el catamarán en que navegábamos, y el viento, más que soplar, aullaba como una manada de lobos blancos, haciendo que los copos nevados nos cayeran de costado.

A pesar de todo, de la fuerza con que la naturaleza arreciaba el barco y también el faro, que aparecía erguido, rojo y blanco y solitario, sobre un pequeño islote sobrevolado por las gaviotas, y a pesar del frío de la noche invernal que se adelanta en el fin del mundo, que comienza a descender helada hasta los huesos, a pesar de cumplirse algo que alguna vez debí de leer en 'El viejo y el mar', a pesar de todo esto y agarrados a la cubierta, mirábamos el abismo del canal, sus islas colonizadas por los leones marinos que buscaban la retaguardia de una roca que los protegiera, los cormoranes al abrigo pisando firme, un nevada de la puta que nos parió tragándonos.

Es la imagen más hermosa que mis ojos nunca han visto (comparable tal vez al deseo de saber como mantiene viva la sonrisa la Gioconda), que mis oídos sintieron alguna vez (quizá 'All the world is green', de Tom Waits), semejante sólo al temblor de ciertos versos de Neruda, o el capítulo 7 de Rayuela susurrado al oído de una Maga, la invitación de Garcilaso en su soneto xxiii, la perfección con que Borges cierra sus cuentos, la tierna creación de Antoine Doinel.









Ushuaia. Isla de Los Lobos. Parque Nacional Tierra del Fuego. Patagonia. Fotos (c): Jesús Martín Camacho.2008

martes, 2 de septiembre de 2008

ODISEO, TODOS

Sin tiempo para más del viaje a Argentina (continuará después del fin de semana), dejadme al menos compartir esto con vosotros:

"La vida se le pasa a uno leyendo la "Odisea", aunque no lo sepa, aunque no haya abierto nunca ese libro, o ningún otro libro".
(Antonio Muñoz Molina, El País 30.08.08)
¡Grande Muñoz Molina, siempre grande!

"Y el hermoso ojo huyó manando lágrimas. --Dile a Penélope que llevo mordido el corazón."

(Las mocedades de Ulises, A. Cunqueiro, ed. Destino, p. 193).


Mar Egeo, quizá junto a la isla Alonissos (una de las Espóradas, seguro). Grecia. Foto: © jesús martín camacho.2006.