lunes, 8 de septiembre de 2008

CASUALIDAD E INTERTEXTUALIDAD: RAYUELA.COM

Para la niña de la media melena atada.


Prometí dedicarte una próxima actualización diferente, pero es que en menos de doce horas y a miles de kilómetros, la casualidad ha vuelta a mostrarse. Si no, lee: chatear sobre la casualidad, la casualidad en Cortázar, la casualidad al principio de Rayuela; despertarme e ir a trámites burocráticos, ver que hay mucha cola, hacer antes unas compras, encontrar una nueva librería, comprar un libro, dirigirme al mostrador a pagarlo, toparme con la sección autores del Campo de Gibraltar, echar un vistazo y abrir un libro sólo porque la editorial es del pequeño pueblo donde trabajo, abrirlo por una página cualquiera y encontrar un capítulo titulado "Rayuela.com" (de nuevo la casualidad, el principio del libro, pero...¡recreado en clave de messenger!). No es que sea un gran texto (no pretende serlo, gracioso a lo sumo), pero la curiosidad y la casualidad mandan.
Coloco uno tras otro el inicio de Rayuela y Rayuela.com:




¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada que se inscribía en el Pont des Ats, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.
Rayuela. Julio Cortázar, ed. Cátedra, pp. 119-120.




¿Encontraría a la e-Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo desde Google, a la página de contactos, y apenas si las luces ceniza y olivo del banner que flota sobre la pantalla me dejaban distinguir las formas, ya su silueta delgada aparecía en el interior de la webcam, a veces andando de un lado para otro, a veces detenida, sentada en uno de sus confortables sillones. Y era tan natural sentarme en el escritorio, esperar a que se despertara y acercarme a la e-Maga, que sonreía sin sorpresa, convencida de que un encuentro entre internautas era lo menos casual de nuestras vidas y que la gente que se da citas precisas a través del Messenger es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo del dentífrico.
Los 400 golpes (“Rayuela.com”, G090). Federico Fuertes Guzmán, ed. E.d.a.

Intertextualidad. Foto: © jesús martín camacho.2008.

4 comentarios:

Silvia Teresa dijo...

Las vueltas de la vida, la guerra del tiempo, el antes y después. hay tantas maneras mejores de conocerse […] , en otra máquina célibe, por ejemplo, cuyo motor sea la imaginación

Silvia Teresa dijo...

Llegue a tu sitio por no llegar a otro, por mera casualidad, te encontre como un espejillo tirado entre la hierba y la tierra en mi randomancia ambulatoria y es es bueno saber de los otros de esta manera ¿no?

Silvia Teresa dijo...

Nota:
la falta de acento en el llegar y en el encontrar es medidad y desmedida por tal hallazgo en el destiempo

Iesus dijo...

Bienvenida y rebienvenida, wastedcherry, a este lugar que es tanto mío que lo he andado como tuyo, que lo has casi desandado, ya sea por el borde de otro camino ya por el centro de este mismo.