sábado, 30 de abril de 2011

PÚLPITOS. PÁLPITOS.

Si creo que fue a los once, probablemente fue a los doce; siempre adelanto -de manera inconsciente- el año en que vi una película por primera vez (tan asociado está el cine a la parte última de mi infancia y primera adolescencia, época en que vi más películas por año, mes, semana y día). El caso es que ahí estaba yo a las doce y media de la noche, y ahí estaban también ellos: con los ojos bien abiertos, cada vez más, susurrando, murmurando, cotilleando, cada vez más alto, deslizándose por los bancos para alcanzar el pasillo, nerviosos, aterrorizados, saliendo a empellones de la iglesia sin darle la espalda; y allí estaba él, desde el púlpito comienza a andar el sermón con las palabras para acabar tronando con los pies y la mirada de un Richard Burton al que jamás he visto más arredrante. Es el principio de La noche de la iguana (John Huston, 1964) y desde entonces me han fascinado los púlpitos. No por cuestiones de creencia, sino artísticas, cada vez que estoy de viaje, cada vez que entro en una iglesia, es el primer lugar al que me dirijo cámara en mano. Algún día haré una exposición sobre este tema. Seguro.
El lunes estuve en Siena, en su duomo, y lo vi. Os dejo con los detalles. Todo en la vida está en los detalles.






Púlpito de la catedral. Siena. Fotos: (c) Jesús Martín Camacho.2011.

sábado, 9 de abril de 2011

ESTUVE A PUNTO DE MATARLO Y ME MATÓ.

Anna Karénina ha muerto, viva Anna Karénina. Y a punto he estado de matar este blog, pero otro me ha matado a mí y ha conseguido que Las Crines Verdes siga vivo.
Lean:


"Ninguno de ellos se molestó en mirarme cuando me deslicé discretamente hasta un taburete que había entre el bulldog y los otros dos únicos parroquianos del local, un par de displicentes mecánicos en paro que hablaban de cheques de subsidio que jamás habían llegado, de la última multa por conducir borrachos y del probable paradero de una correa de transmisión de un Chevy de 1957. Sus caras angulosas, las bocas desdentadas y el acento nasal pertenecían a otro tiempo y lugar, a un gran erial polvoriento de los años treinta por el que un camión Modelo T, un cascajo de fabricación casera, avanzase hacia el sol poniente. Al sentarme me observaron con los ojos aviesos de la gente rústica, estudiándome atentamente como si yo fuera la carcasa de un coche abandonado que planeaban canibalizar para conseguir piezas de recambio. Incliné la cabeza y sonreí para darles a entender que quizá fuese una carcasa, pero todavía no me habían declarado siniestro total. Respondieron a mi callado saludo con los ojos en blanco y en unos reflexivos movimientos de cabeza que parecían indicar que siempre se podía provocar un accidente.
Exhausto tras circular tantos kilómetros por carreteras equivocadas, les dejé pensar lo que les viniera en gana".


El último buen beso, de James Crumley (1978, reeditado en 2010). Corran a conseguirlo. Novela negra, western moderno. Imprescindible.

Fotos: Castro Marim, Algarve, Portugal. (c) jesús martín camacho.2005.