martes, 12 de octubre de 2010

SUPO EN QUÉ TONO MORIR. SOLOMON BURKE, DESCANSA EN PAZ


Lo único que no sé es en qué tono lloré cuando llegué a este mundo. Son las palabras de un hombre satisfecho con su vida. Las dijo hace años Solomon Burke (1940 – 2010) y bien pudo pensarlas ayer mismo cuando un infarto lo sacó, dejándolo en el avión, al cielo que adorna Ámsterdam. Allí sería el concierto de presentación de su último disco junto al grupo De Dijk. Y bien pudo juzgarse, sólo entonces, como aconsejaba Sófocles, hombre dichoso.

Sus doscientos kilos sólo le estorbaban para llegar a su trono en el centro del escenario. Semioculto de su público por medio de velos era llevado en silla de ruedas. Se concentraba el artista, el predicador dejaba paso al cantante y, finalmente, las cortinas se descorrían ante el vate. Entonces te olvidas del hombre que llegó a duras penas a los setenta, de los ríos de sudor que han de secarle entre canción y canción, y sólo ves su voz. Sí, la ves: se te acerca de lado, nunca de frente, te cosquillea la nuca y domina tu espalda para, asediándote, alojarse en tu pecho. Te ha poseído. Estás dentro. Y el calor es sensual, corpóreo.

Aclamado com el rey del rock and soul, aunque sin tantos laureles como Otis Redding, James Brown o incluso Marvin Gaye, el sólo hecho de haber parido Everybody needs somebody to love ya debería servir para que tuviera un lugar de honor entre nuestros discos. Pero si además, después de una carrera que inició en el sesenta con sus singles para Atlantic, de cuarenta años de carrera y treinta discos, nos cocina un lp como Don't give up on me, entonces deberemos vaciar la estantería y dedicarle -como mínimo- un mes de duelo oficial escuchándolo sólo a él.

Solomon Burke en el Festival de Blues de Cazorla. Foto: (c) Jesús Martín Camacho.2006.

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