jueves, 18 de mayo de 2006

SATISFACCIÓN

Para Verónica, por demasiadas razones.
Una niña pequeña ve una cuerda que cuelga desde lo alto de un campanario hasta el suelo. Se acerca curiosa. La toca, la hace balancear. No pasa mucho tiempo hasta que tira de ella y suenan las campanas. Sonriente, mira hacia arriba. Ve el bronce en movimiento y, exultante, repite el mismo movimiento varias veces con distinto repiqueteo. Vuelve a alzar los ojos. Desde su metro escaso de altura, el edificio debe parecerle inconmesurable. Pero allá, en lo alto, en el punto que corona la iglesia, quedan las campanas, que le dan vida, casi movimiento. Y esa niña sabe que es ella la que las hace sonar. Las domina. Todas las personas que están alrededor la miran. Se siente orgullosa.

Desde la arena
si logro alzar el brazo
la estrella es mía
© jesús martín camacho. 2006.


Ermita de San Juan de Gaztelugatxe, carretera de Bermeo a Bakio. Vizcaya. Fotos: © jesús martín camacho. 2006.

lunes, 1 de mayo de 2006

ENTRE EL ANSIA Y LA REALIDAD

¿Hay alguien tan obsesivo como yo como para fijarse en las distintas rugosidades de una pared mientras espera una cita que se retrasa? ¿como para establecer una solidaria relación con los objetos que tiene a su vista y que se compadecen de sus idas y venidas por la acera mientras le da vueltas a mil excusas que justifiquen su retraso? ¿como para pasar del amor al desprecio, de la esperanza a la venganza de la persona esperada? Si la respuesta es afirmativa, en el siguiente fragmento de Flaubert verá milimétricamente detallados sus pensamientos y acciones en ese intervalo que va del fracaso a la gloria (el texto precisa de la paciencia necesaria -y rara en la lectura de blogs- para apreciar su calculada composición; disfrútenlo):
"Frédéric empezó a recorrer la calle Tronchot, mirando delante y detrás de él.
Por fin dieron las dos.
"¡Ah!, ¡es ahora! -se dijo- está saliendo de casa, se acerca -y un minuto después-: Habría tenido tiempo de llegar." Hasta las tres trató de calmarse. "No, no está retrasada; un poco de paciencia."
Y, como estaba desocupado, examinaba las excasas tiendas: un librero, un guarnicionero, una tienda de ropa de luto. Pronto conoció todos los títulos de los libros, todos los arneses, todas las telas. Los comerciantes, a fuerza de verlo pasar y volver a pasar, se extrañaron al principio, después se asustaron y cerraron sus escaparates.
Sin duda, ella tenía algún impedimento, y también sufría por esto. Pero, qué alegría dentro de poco. Porque iba a ir por descontado. "¡Me lo ha prometido!" Entretanto, una angustia insportable se apoderaba de él.
Por una reacción absurda, volvió al hotel, como si hubiera podido encontrarla allí. En el mismo instante, quizá llegaba ella a la calle. Se echó fuera. ¡Nadie! Y comenzó de nuevo a pasearse por la acera.
Se fijaba en las grietas de los adoquines, las bocas de los canalones, los números encima de las puertas. Los objetos más insignificantes se convertían para él en compañeros, o más bien espectadores irónicos; y las fachadas regulares de las casas le parecían despiadadas. Tenía frío en los pies. El ruido de sus pasos le resonaba en el cerebro.
Cuando vio que eran las cuatro en su reloj sintió como un vértigo, un espanto. Trató de repetirse versos, calcular cualquier cosa, inventar una historia. ¡Imposible!, la imagen de Mme. Arnoux le obsesionaba. Tenía ganas de correr a su encuentro. Pero ¿qué camino tomar para no cruzarse?
Abordó a un recadero, le metió en la mano cinco francos, y le encargó que fuera a la calle Paradis, a casa de Jacques Arnoux, a preguntar al portero "si la señora estaba en casa". Después se plantó en la esquina de la calle La Ferme y la calle Tronchet, de manera que veía simultáneamente las dos. Al fondo de la avenida, por el bulevar, pasaban masas confusas. Distinguía a veces las plumas de un dragón, un sombrero de mujer; y ponía en tensión sus pupilas para reconocerla. Un niño harapiento que enseñaba una marmota en una caja le pidió limosna.
El hombre de la chaqueta de pana reapareció. "El portero no la había visto salir." ¿Quién la retenía? ¡Si estuviera enferma, lo habrían dicho! ¿Era una visita? Nada más fácil que no recibir. Se dio una palmada en la frente (...)
Y una duda espantosa le asaltó. "¿Si no llegara a venir, si su promesa no fuera más que una palabra para eliminarme?" ¡No!, ¡no! Lo que le impedía, sin duda, era un azar extraordinario, uno de esos acontecimientos que desbaratan toda previsión. En este caso, habría escrito. Y envió al mozo de hotel a su domicilio, calle Rumfort, para saber si había alguna carta.
No habían llevado ninguna carta. Esta falta de noticias le tranquilizó.
Del número de monedas tomadas al azar en mano, de la fisonomía de los transeúntes, del color de los caballos, sacaba presagios, y, cuando el augurio era contrario, se esforzaba por no creer en él. En sus accesos de furor contra Mme. Arnoux, la injuriaba a media voz. Después, debilidades como para desmayarse alternaban con renuevos de esperanza. Estaba por llegar. Estaba allí, a su espalda. Él se volvía, ¡nada! Una vez percibió, a una distancia de treinta pasos, a una mujer de la misma talla, con el mismo vestido. La alcanzó; ¡no era ella! ¡Llegaron las cinco!, ¡las cinco y media!, ¡las seis! Encendían las farolas de gas. Mme Arnoux no había venido."
Gustave Flaubert. Laeducación sentimental. Trad. de Germán Palacios para ed. Cátedra. Pp. 356-357.

lunes, 24 de abril de 2006

MADRID

En Madrid hay tiempo para hacer de todo, pero cuando te marchas de allí y piensas en lo que te has dejado atrás, te das cuenta de que realmente no te dio tiempo a hacer nada. Por vez primera (y es la séptima u octava que estoy en la capital), mi única ocupación era aprovechar para hacer turismo, comer bien, visitar museos, librerías, hacer fotos, pasear y oir buena música en distintos garitos. Y todo ello se cumplió con creces, además de una jam session y una obra de teatro. Todo ello sin contar con la compañía, inmejorable. Os dejo con algunas fotos:













Fotos: © jesús martín camacho. 2006.
1: Puerta de Alcalá.
2: Plaza de España.
3: Parque del Oeste.
4-5: Templo de Debod.
6: Viaducto. C/ Bailén.
8-9: Palacio Real y Jardines de Sabatini.
10: Plaza Mayor.
11: Congreso de los Diputados.

viernes, 7 de abril de 2006

LA ESPERA

Metro de Madrid. Foto: © jesús martin camacho. 2006.


Bajo el zapato,
La paciencia del suelo;
Aún te recuerdo.
© jesús martín camacho. 2005.

miércoles, 5 de abril de 2006

CUENTOS SIN MORALEJA (V)


A Juan Sinmiedo
lo inflaron a hostias
un viernes noche

© jesús martín camacho. 2006.

martes, 28 de marzo de 2006

AHORA TOCA DESCANSAR, PACO

Hoy pensaba escribir acerca de la entrada de la primavera, traducir algún poema de Horacio o Catulo acerca de la necesidad de aprovechar el buen tiempo de nuestra primavera antes de que lleguen los fríos del inevitable invierno. Sin embargo, por una puta jugada del destino, una vez más, el cruel se ha adelantado y ha venido a golpear en la puerta equivocada. A Paco nos lo ha arrebatado una mors immatura, una muerte prematura.
Mis últimas palabras fueron para agradecerte el café al que me habías invitado. El último que me pusiste ("Jesús, tú, aquí dentro, carta libre").
Qué más puedo escribirte, Paco, si todavía estás aquí, aunque hoy no hayas abierto la cafetería, a pesar de que a las siete menos cuarto no oliera a tortilla de patatas recién hecha... ¡con Dios!

sábado, 25 de marzo de 2006

ALGARVE (II)

Algunas fotos que quedaron en la recámara:


Punta da Piedade.


Punta da Piedade.

Punta da Piedade.

Carvoeiro

Fotos: © Jesús Martín Camacho. 2006.

viernes, 24 de marzo de 2006

ALGARVE

Hace ya demasiado tiempo que no escribo aquí (creo que si hacemos una estadística, éste debe de ser el comienzo más repetido en los millones de blogs que pululan por ahí). Ello no quita que lo que digo sea rigurosamente cierto y ha de ser precisamente hoy, que -por distintos motivos- no tengo ganas de hacerlo, cuando termine esta sequía. Y es hoy porque ayer me dieron fotos que hicimos en una pasada excursión al Algarve y, por tanto, puedo escudarme en la información-sensación que produce una foto para disculparme por no escribir mucho y evitaros leer otro tanto. Sólamente resta reflejar la maravilla que es visitar esa zona de Portugal cuando aún no es verano y no está llena de gente (sí, lo sé, yo también soy turista; pero qué le voy a hacer si no me gusta estar con ellos -¡qué guay soy!-). Impresiona, ojo, tanto la costa como el interior; tanto los pueblos como los parajes. Y si el tiempo acompaña y está medio nublado, muchísimo mejor. Debe ser que me gustan los paisajes cargados y las fachadas decadentes (en el mejor sentido, que lo tiene, de la palabra). Les dejo con algunas estampas.
Cabo de San Vicente.

Carvoeiro

Vila do Bispo

Castillo de Silves.

Castillo de Silves

Fotos: © Jesús Martín Camacho. 2006.

miércoles, 8 de marzo de 2006

CUENTOS SIN MORALEJA (IV)





¿Y tres cerditos
metidos a constructores
es original?

© Jesús Martín Camacho. 2006.

domingo, 19 de febrero de 2006

SUGERENCIAS CINEMATOGRÁFICAS (II): JENNIE

Jennie (1948). Nacionalidad: Estadounidense. Dirección: William Dieterle. Guión: Paul Osborn, Peter Berneis (y también Ben Hecht y David O. Selzinck, sin acreditar), según una adaptación de Leonardo Bercovici de la novela de Robert Nathan. Intérpretes: Jennifer Jones (Jennifer Appleton); Joseph Cotten (Eben Adams); Ethel Barrymore (Miss. Spinney); Lillian Gish (Madre María de la Caridad); Cecil Kellaway (Matthews); David Wayne (Albert Sharpe). Música: Dimitri Tiomkin (y Bernard Herrmann, sin acreditar). Premios: Oscar a los mejores efectos de sonido y visión. Copa Volpi al mejor actor (Joseph Cotten).

Eben Adams es un pintor que vive en Nueva York sin apenas dinero y, lo que es peor aún para él, sin inspiración para seguir pintando. Sus cuadros no se venden. Un día se encuentra en Central Park a una niña vestida de modo anticuado, de quien queda prendado. Entre ellos comienza una extraña relación con toques de irrealidad. El pintor le promete a la niña realizar su retrato. La niña a su vez le promete que crecerá deprisa para poder estar siempre con él. El pintor se obsesiona por la figura de la niña Jennie, que pronto se convertirá en una hermosa joven.

El prólogo de Jennie, comienza con una voz en off: “Desde el principio de los tiempos el hombre ha mirado hacia el infinito y se ha preguntado la eterna pregunta: ¿qué es el tiempo? ¿qué es la vida? ¿qué es el espacio? ¿qué es la muerte? A través de cientos de civilizaciones, filósofos y científicos han propuesto respuestas, pero la confusión permanece. La ciencia nos enseña que nada muere, sólo cambia; que el tiempo mismo no pasa de largo, sino que gira alrededor nuestra; y que el pasado y el futuro están juntos, a nuestro lado, para siempre. De las sombras del conocimiento, y de un cuadro que cuelga en la pared de un museo arranca nuestra historia; su verdad no se encuentra en nuestra pantalla, sino en vuestros corazones”.

Acompañando a estas palabras, la ciudad de Nueva York aparece vista desde el cielo entre las nubes y los destellos de algunos rayos del sol que han logrado cruzar entre ellas. Esta visión, el discurso y la luz difusa de la película, junto con una textura de la imagen, tratada para que parezca un lienzo, nos sumerge en una atmósfera de misterio filosófico. Pero la película avanza entre el misterio y el romanticismo más exacerbado –sin que esto suponga ninguna traba para su disfrute-. Decir más de su argumento sería irrumpir sin llamar en el placer que sentirá sin duda el que la vea por vez primera. Por eso, poco más diré, pero no me resisto a adelantar que "Jennie" niega el tiempo y la razón; que sólo en esta película dos líneas que discurren paralelas desde un tiempo distinto y a distinta velocidad logran unirse varias veces; que en ella todos es profético y transcurre bajo la urdimbre del destino. La irrealidad del tema envuelta por los claroscuros y la música. Fatalismo romántico.

Se ha hablado mucho de Jennie como una "pequeña joya / obra de arte". En este caso, faltaremos menos a la verdad si quitamos el adjetivo "pequeña". Prueba de ello es su condición de fuente de inspiración para más de un director. Citemos tan sólo una de las imágenes de Manhattan más recordadas de Woody Allen, tomado treinta años antes, con el mismo encuadre:

O también la relación entre Timothy Hutton y Natalie Portman en Beautiful Girls (Ted Demme, 1996), cuya escena en la pista de patinaje está claramente inspirada (por no decir copiada) de uno de los encuentros entre Eben y Jennie.

Por no hablar del convento donde estudió Jennie y su campanario -además de ciertos temas que no desvelaremos-, recreados por Alfred Hitchcock diez años después en Vértigo (De entre los muertos) (1958).

Por favor, cómprenla, pídanla prestada, acudan a videotecas, descárguenla, pero no dejéis pasar mucho tiempo antes de ver Jennie. Se enamorarán del cine.

©Jesús Martín Camacho. 2006.

lunes, 13 de febrero de 2006

RÍO TINTO

Berrocal es un pequeño pueblo de apenas 400 habitantes, situado en la parte más oriental de la comarca del Andévalo. Es un origen tan bueno como casi cualquier otro de esta zona de Huelva para una buena jornada de senderismo. La salida del pueblo se hace a través de una antigua calzada romana.

Se disfruta acompañando al río Tinto en su curso,

admirando el color de sus aguas,

curioseando entre la obra pictórica que deja en sus riberas,

jugueteando con él mientras lo cruzamos y descruzamos contínuamente.

Berrocal, El Andévalo (Huelva) Fotos: © Jesús Martín Camacho. 2006.


viernes, 10 de febrero de 2006

LA MANO EN EL FUEGO

Buscar lo oculto de otra persona. Hallar su deseo. Provocar su espasmo.

Henri Toulouse-Lautrec. The Kiss. 1892.


Desde que no ataco tu espalda,
He perdido la costumbre de resucitar.
Ya no sorprendo al día
Eyaculando sus primeros rayos
A través de las adormecidas persianas,
Exhaustas de ocultar orgasmos:
Tus gemidos, amordazados con sudor,
Tus labios, enrojecidos
Con mi garganta seca;
Tus piernas, despeinadas;
Ensombrecido con mi pecho, tu rostro;
Mis manos, prisioneras gustosas
Del tenso temblor de tus muslos;
En definitiva, tu placer expulsado
Con mi fuerza.
Hoy tengo ganas de ensuciarte.

© Jesús Martín Camacho. 2006.

domingo, 5 de febrero de 2006

EN UN LUGAR SOLITARIO (II)

Para Paquito Amores, por su amor al cine, por destrozarle unos cuantos fotogramas tijeras en mano, y por dejarme Reservoir Dogs.

En una cafetería hay ocho hombres tomando café y discutiendo acerca del significado de la canción Like a virgen, de Madonna. Excepto Joe y Eddie Cabot, padre e hijo, uno intuye en seguida que los demás no se conocen entre ellos ni tienen la intención de hacerlo. Se llaman por colores y todos visten traje de chaqueta negro y corbata fina del mismo color. Esto basta al espectador para sospechar que algún negocio sucio se traen entre manos -lo cual choca con la banalidad de su charla: amena y distendida-.
Aquí, el principio de la ópera prima de Quentin Tarantino, sin duda, el director que más influencia ha tenido en el cine de acción de los noventa (así como Peckinpah lo fue a finales de los sesenta y setenta y Spielberg entre los setenta y los ochenta). Una de sus señas de identidad: la soltura a la hora de escribir conversaciones magistrales sobre cualquier tema y en cualquier situación de la película. Me quedo con ésta del comienzo de Reservoir dogs (1992). Joe Cabot (Lawrence Tierney) se dispone a pagar la cuenta del desayuno.

Joe Cabot: Bueno, yo me ocupo de la cuenta y vosotros de la propina. Tocamos a un pavo por barba…
Eddie Cabot: Bueno, todos a aflojar la mosca para la señorita.
(Todos ponen el dinero, menos el sr. Rosa, que mira a todas partes)
Eddie Cabot: Vamos suelta un pavo.
Sr. Rosa: Ah, ah, no doy propina.
Eddie Cabot: ¿No das propina?
Sr. Rosa: No, no creo en eso.
Eddie Cabot: ¿No crees en dar propinas?
Sr. Azul: ¿Sabes lo que ganan esas chicas? Una mierda.
Sr. Rosa: No jodas, si no ganan bastante, que lo dejen.
Eddie Cabot: Ni un puto judío tendría huevos para decir eso. Bueno, a ver si está claro, ¿tú nunca dejas propina?
Sr. Rosa: Aunque esté bien visto, no me siento obligado a hacerlo. De acuerdo, si alguien se lo merece, si se esfuerza, le doy algo extra; pero, dar propina porque sí, por costumbre, no va conmigo. Es de bobos.
(Risas)
Sr. Rosa: Al fin y al cabo, sólo están haciendo su trabajo.
Sr. Azul: La chica es simpática.
Sr. Rosa: No está mal, pero tampoco es nada especial.
Sr. Azul: ¿Qué querías? ¿Que te la chupara debajo de la mesa?
(Risas)
Eddie Cabot: Yo por eso daría una buena propina.
Sr. Rosa: Oye, he pedido un café. Llevamos aquí un huevo de tiempo y sólo me ha llenado la taza tres veces. Cuando pido un café, quiero que me sirvan seis veces.
Sr. Amarillo: ¿Seis veces? Bueno, ¿Y si está demasiado ocupada?
Sr. Rosa: Ocupada no debería estar en el vocabulario de una buena camarera.
Eddie Cabot: Disculpe, sr. Rosa, lo último que necesita es otro café. Le pone muy nervioso.
(Risas)
Sr. Rosa: En fin. Estas tías no están muertas de hambre. Cobran el salario mínimo. Yo también trabajé así, cobrando eso, pero entonces no tuve la suerte de que alguien me diese propinas.
Sr. Azul: No te preocupa que para vivir necesiten tus propinas.
Sr. Rosa: ¿Sabes qué es esto? (acaricia su dedo pulgar sobre el índice): el único violín del mundo que escuchan las camareras.

Michael Madsen, Harvey Keitel, Tim Roth, Quentin Tarantino y Steve Buscemi


Sr. Blanco: No tienes ni idea de lo que estás diciendo. Esta gente se rompe el culo. Es un trabajo duro.
Sr. Rosa: Y trabajar en McDonalds también, pero a ellos no les dejas propinas. ¿Por qué no? Te sirven igual. Pero no, la sociedad dice no dejes propina a estos, pero, sin embargo, dáselas a aquellos. Gilipolleces.
Sr. Blanco: La hostelería es la mayor ocupación de las mujeres sin cualificación y sin estudios de este país. Es el único trabajo que cualquier mujer puede hacer para ganarse la vida… y la base son las propinas.
Sr. Rosa: Que les den por culo.
(Risas)
Sr. Rosa: Dios mío, siento mucho que el gobierno les haga pagar impuestos pero ¿qué vamos a hacerle?, no es culpa mía. Además, ¿para qué tanto lío? Las camareras no son las únicas a las que el gobierno jode por costumbre. Mira, si me presentas un escrito protestando para que no lo hagan, lo firmaré. Votaría en contra de ello, pero te aseguro que no pienso pagar. Y en cuanto a lo de sin cualificación, lo tengo muy claro: que aprendan a escribir a máquina. Si están esperando que les ayude a pagar sus gastos, van de culo.
Sr. Naranja: Me ha convencido. Devuélveme mi dólar.
Eddie Cabot: ¡Eh! Dejad ahí la pasta.
(Vuelve Joe Cabot)
Joe Cabot: Bueno tíos, es hora de abrirse… (Recoge el dinero)… un momento… ¿quién no ha puesto?
Sr. Naranja: El sr. Rosa.
Joe Cabot: ¿El sr. Rosa? ¿Por qué no?
Sr. Naranja: Nunca deja.
Joe Cabot: ¿Nunca deja propina? ¿Por qué no dejas…?
Sr. Naranja: No cree en eso.
Joe Cabot: ¡Cállate!... ¿Cómo es que no crees en eso?... Vamos, suelta un pavo, maldito tacaño. Te he pagado el desayuno.
Sr. Rosa: Bueno, está bien, como me has invitado, pagaré, pero normalmente no lo hago.
Joe Cabot: Me da igual lo que hagas normalmente. Tú suelta un puto pavo como todos los demás.

Michael Madsen, Quentin Tarantino, Harvey Keitel, Chris Penn, Lawrence Tierney, Tim Roth y Steve Buscemi

Reservoir dogs, dirigida por Quentin Tarantino (1992), con guión de Quentin Tarantino y Roger Avary.

miércoles, 1 de febrero de 2006

LOS AQUEOS DE HERMOSAS GREBAS

"Al amanecer del día siguiente, tomamos alimentos, deprisa,
y luego nos colocamos las armas"
Para el amigo -en la distancia- José Luís, lo lea o no, y su admiración por los ideales homéricos.

Las armaduras de los guerreros que fueron a Troya ("Venían hacía nosotros como las olas contra los escollos, brillaban sus armas como la espuma del mar cuando salpica sobre la cresta del agua"). Los héroes cantados por tantos y tantos aedos desconocidos hasta que Homero les ofreció, a través del papel, una inmortalidad verdadera: Aquiles, el de los pies ligeros ("...y la lanza, la famosa lanza que su padre le había entregado para dar muerte a los héroes. Por último, embrazó el escudo: era enorme y poderoso, despedía un resplandor como el de la luna. El cosmos entero estaba allí representado); Agamenón, el rey de reyes ("Los empujaba con una fuerza nunca vista, como su aquélla fuera su jornada de gloria"); Odiseo, el de múltiples argucias ("Nos vestimos poniéndonos temibles armas. Diomedes, una espada de doble filo y un escudo; yo, una aljaba, un arco y una espada. Ambos nos colocamos un yelmo de cuero: nada de bronce, ningún destello en la oscuridad"); Diomedes, el del grito poderoso ("Las armas refulgían sobre sus hombros y su cabeza, brillaba como brilla el astro de otoño surgiendo del océano") Ayante de Telamón, "el único entre nosotros que tenía alguna oportunidad de vencer a Héctor"; Patroclo, el sacrificado salvador de los aqueos ("Se vistió de bronce refulgente. Se puso las espinilleras en las pantorrilas, hermosísimas, con los refuerzos de plata en los tobillos. En el pecho se puso la coraza de Aquiles: centelleaba como una estrella. Se echó a los hombros la espada ornada con plata y luego el escudo, grande y pesado. En su valiente cabeza, se puso el yelmo bien labrado: oscilaba en lo alto, temible, el penacho de crin de caballo. Al final, eligió dos lanzas"); y muchos otros, otros muchos...

Fotos:

1-4: Museo de Olimpia. Olimpia. Grecia. © Jesús Martín Camacho. 2006.

5: Museo de Micenas. Micenas. Grecia. © Jesús Martín Camacho. 2006.

sábado, 21 de enero de 2006

LA ACRÓPOLIS

Pasos cansados
vuelvo la vista atrás
¡la Acrópolis!
© jesús martín camacho.2006.
Como a Diógenes,
me fascina la Acrópolis
y meo mirándola.
© jesús martín camacho.2006.
© La Acrópolis. Atenas. Grecia. Fotos: jesús martín camacho. 2006.

domingo, 15 de enero de 2006

MIEDO


Es sólo en los días oscuros que ataco tu blancura
Con fervor, desespero, ansias de exorcismo.
Sólo en mis peores momentos desvirgo tu piel,
Te humillo de existenciales esputos negros
En cobarde transfusión desde la vida hasta la línea.

Te conviertes en mi yo limado
Poquito a poco, existencia tangencial:
Tiemblo mientras me confieso,
Me desprendo de la vida,
Vuelvo a la muerte.

Tanto te doy de mí,
Que, cuando te leo,
No me reconozco.
Ya eres otra persona.
© Jesús Martín Camacho.2005.
Goya. Disparate de miedo. 1819