domingo, 19 de febrero de 2006

SUGERENCIAS CINEMATOGRÁFICAS (II): JENNIE

Jennie (1948). Nacionalidad: Estadounidense. Dirección: William Dieterle. Guión: Paul Osborn, Peter Berneis (y también Ben Hecht y David O. Selzinck, sin acreditar), según una adaptación de Leonardo Bercovici de la novela de Robert Nathan. Intérpretes: Jennifer Jones (Jennifer Appleton); Joseph Cotten (Eben Adams); Ethel Barrymore (Miss. Spinney); Lillian Gish (Madre María de la Caridad); Cecil Kellaway (Matthews); David Wayne (Albert Sharpe). Música: Dimitri Tiomkin (y Bernard Herrmann, sin acreditar). Premios: Oscar a los mejores efectos de sonido y visión. Copa Volpi al mejor actor (Joseph Cotten).

Eben Adams es un pintor que vive en Nueva York sin apenas dinero y, lo que es peor aún para él, sin inspiración para seguir pintando. Sus cuadros no se venden. Un día se encuentra en Central Park a una niña vestida de modo anticuado, de quien queda prendado. Entre ellos comienza una extraña relación con toques de irrealidad. El pintor le promete a la niña realizar su retrato. La niña a su vez le promete que crecerá deprisa para poder estar siempre con él. El pintor se obsesiona por la figura de la niña Jennie, que pronto se convertirá en una hermosa joven.

El prólogo de Jennie, comienza con una voz en off: “Desde el principio de los tiempos el hombre ha mirado hacia el infinito y se ha preguntado la eterna pregunta: ¿qué es el tiempo? ¿qué es la vida? ¿qué es el espacio? ¿qué es la muerte? A través de cientos de civilizaciones, filósofos y científicos han propuesto respuestas, pero la confusión permanece. La ciencia nos enseña que nada muere, sólo cambia; que el tiempo mismo no pasa de largo, sino que gira alrededor nuestra; y que el pasado y el futuro están juntos, a nuestro lado, para siempre. De las sombras del conocimiento, y de un cuadro que cuelga en la pared de un museo arranca nuestra historia; su verdad no se encuentra en nuestra pantalla, sino en vuestros corazones”.

Acompañando a estas palabras, la ciudad de Nueva York aparece vista desde el cielo entre las nubes y los destellos de algunos rayos del sol que han logrado cruzar entre ellas. Esta visión, el discurso y la luz difusa de la película, junto con una textura de la imagen, tratada para que parezca un lienzo, nos sumerge en una atmósfera de misterio filosófico. Pero la película avanza entre el misterio y el romanticismo más exacerbado –sin que esto suponga ninguna traba para su disfrute-. Decir más de su argumento sería irrumpir sin llamar en el placer que sentirá sin duda el que la vea por vez primera. Por eso, poco más diré, pero no me resisto a adelantar que "Jennie" niega el tiempo y la razón; que sólo en esta película dos líneas que discurren paralelas desde un tiempo distinto y a distinta velocidad logran unirse varias veces; que en ella todos es profético y transcurre bajo la urdimbre del destino. La irrealidad del tema envuelta por los claroscuros y la música. Fatalismo romántico.

Se ha hablado mucho de Jennie como una "pequeña joya / obra de arte". En este caso, faltaremos menos a la verdad si quitamos el adjetivo "pequeña". Prueba de ello es su condición de fuente de inspiración para más de un director. Citemos tan sólo una de las imágenes de Manhattan más recordadas de Woody Allen, tomado treinta años antes, con el mismo encuadre:

O también la relación entre Timothy Hutton y Natalie Portman en Beautiful Girls (Ted Demme, 1996), cuya escena en la pista de patinaje está claramente inspirada (por no decir copiada) de uno de los encuentros entre Eben y Jennie.

Por no hablar del convento donde estudió Jennie y su campanario -además de ciertos temas que no desvelaremos-, recreados por Alfred Hitchcock diez años después en Vértigo (De entre los muertos) (1958).

Por favor, cómprenla, pídanla prestada, acudan a videotecas, descárguenla, pero no dejéis pasar mucho tiempo antes de ver Jennie. Se enamorarán del cine.

©Jesús Martín Camacho. 2006.

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