sábado, 4 de noviembre de 2006

EN UN LUGAR SOLITARIO (III)

Para Leti, apasionada del cine francés.
La pantalla está en negro. Se ilumina una estrecha franja horizontal en su mitad y deja ver unos ojos de mujer con restos de lágrimas ya casi secas. La pantalla, gradualmente, se va llenando con su rostro en un primerísimo primer plano. Comienza la conversación entre susurros:
Florence: Soy yo la que no puede más... te quiero... te quiero... así que es necesario... te quiero
-la cámara se va alejando-
Florence: No te dejaré Julien. Sabes que estaré allí...
-está hablando por teléfono-

Florence: ...contigo.
-se ve al interlocutor-
Julien: Te quiero. Si no oyera tu voz, me perdería en el silencio.
-sobreimpresos en el rostro de la mujer, los crédito iniciales-
Florence: No eres muy valiente -sonríe-
Julien: El amor no es valiente.
Florence: Cállate
-vuelve a sonreir y aparece el título: Ascensor para el cadalso y comienza a sonar Miles Davis-
Ahora que está de estreno el cine negro y de gángsters con la vuelta de De Palma (La Dalia Negra) y Scorsese (Infiltrados), merece la pena echar la vista atrás a la Francia de 1958 y a la ópera prima de un Louis Malle que contaba cuando la dirigió con 24 años. Anoche, en el Super 8 de Huelva (bar retro, adornado con mil imágenes de series y películas de los 70-80's) hablábamos algunos amigos de la incapacidad o dificultad a la hora de valorar una obra de arte como buena o mala (por simplificarlo de algún modo, claro). Y lo que más o menos quedó claro es que había dos caminos -no necesariamente paralelos- para llegar a hacer una buena obra de arte (en cualquier variante: música, cine, literatura, etc): una, amoldarse y exprimir hasta sus más profundas consecuencias las características de un género/estilo determinado y, dos, penetrar en las intimidades de ese género y violarlo, transgredir sus normas de manera consciente, dando lugar a una visión propia que tenga en cuenta la tradición, pero que la utilice para desviarla hacia el nacimiento de algo nuevo.
Y eso es lo que hace Malle con el cine negro, crea una estupenda película que se enmarca dentro de este género no sólo en la trama (una pareja de amantes planean la muerte del esposo de ella y jefe de él; accidentes cotidianos, fortuitos e incontrolables entran en juego una vez que se ha llevado a cabo el asesinato), sino en los ambientes, la luz, la dirección de actores.
Por otra parte, el tratamiento de los personajes, el tono intimista, la duración de los planos, la sencillez de ciertas conversaciones, rompe con la tradición norteamericana del film noir y provoca la aparición de algo nuevo, de un nuevo código, que pronto pasará a denominarse la nouvelle vague francesa.
En resumidas cuentas, obra maestra por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Film absolutamente moderno del que, esperemos, no hagan nunca ningún remake -no sé si lo tiene-, porque, en ese caso, estará más anticuado que el original.
Florence: Más tarde, hablarán de nosotros. Nos citarán como ejemplo. La música seguirá... y ya estaremos muertos.

Ascensor para el cadalso (Ascenseur pour l'échafaud),de Louis Malle, con guión de Louis Malle, a partir de la novela de Noël Calef

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