Para mi madre, que siempre disfruta
de un buen paseo por la playa.
Con esto acabo la serie de entradas dedicadas al mar... por ahora.

Nada es tan mío
Como el mar
Cuando lo miro
(E. Nandino)

De mañana, temprano, el olor a húmedo salitre, los pasos desnudos, fríos, la arena regularmente ondulada tras el paso del tractor, la marea baja, pausada, incitadora al primer contacto de la jornada.
Al mediodía el calor en la piel, demasiado tostada como para sentirlo, el hambre abriéndose paso entre los juegos, almuerzo con el resto de la familia, que vino a pasar el día, el olor a la sandía que resbala por la barbilla, cae al pecho, se mezcla con la arena, dulce crujiente. La siesta, inevitable para los mayores, y guardar la digestión, obligada para los niños (aceptada a regañadientes y no siempre).

La tarde, que no empieza de verdad hasta que los intrusos que llegaron en masa se van yendo a medida que el calor deja paso a la brisa marina, nos recibe para que nos demos el último baño, el que mejor se recuerda, el que más se disfrutaba porque había que ir a ducharse para estar limpios en la cena.
La noche, tiempo de charlas entre el vino y el mus (parchís y bingo para las madres), hora de reunión entre los vecinos de casetas, hechas de tablones de madera. Las fogatas nos iluminan a intervalos en nuestro terreno de correrías, nos muestran vestidos con chándals y disfrutando de unas vacaciones que nunca volverán a repetirse.
Aún me alumbran esos fuegos cuando pienso en aquellos días. Se echan de menos. Cuando eres niño, la playa, el campo, el pueblo no son tales, sino que son tu playa, tu campo, tu pueblo. Luego, conforme pasa el tiempo, aunque el vínculo se debilita y se socializa tu propiedad, cada cierto tiempo un repentino puñetazo en la boca del estómago hace que vuelvas atrás tu pensamiento, tu vista, tu olfato, tu tacto... creo que a eso le llaman nostalgia. Nostalgia a tu playa, tu campo, tu pueblo. Nostalgia a tu infancia.
© Jesús Martín Camacho. 2005.
Fotos: Playa de Getares, Algeciras. Cádiz. © Jesús Martín Camacho. 2005.