No estoy triste, pero ya no os veo.
Durante el café, en el recreo, me río, pero faltan Agustín (siempre Bill), Víctor y Javi para soltar barbaridades entre citas de Vallejo, Truffaut, Allen y otros temas, mucho mejón. No nos pone las tostadas Rocío, y al Teatro ahora lo llaman Tertulia.
No estoy triste, pero ya no os disfruto.
Si me acerco a la biblioteca a por algún poema, ya no huelo el chocolate de Tita Ene, sus exámenes de látex, y su conversación, sus chistes, su sonrisa, su barrigota. Su amistad.
No estoy triste, pero ya no os busco.
Si me siento en la sala de profesores (ahora que puedo hacerlo de manera legal), ya no puedo raptar a Esther para un zumo de naranja que quisiera que durara mucho más para seguir gozando de su voz y de su risa, de su cariño y de su confianza, para envidiar su (desconocido) piso, a su chanante marido.
No estoy triste, pero ya no os trato.
Si, de camino a clase, me cruzo con algún profesor, éste no será más Inés: no estarán sus abrazos, sus sonrisas y piropos, su mirada al cruzarse.
No estoy triste, pero ya no os siento.
Si termino la guardia de recreo, no están en la cafetería mi recien re-descubierta risueña Ana junto a los hoyuelos sonrojados de Montse. El optimismo en la sangre, la palabra amable a punto en los labios.
No estoy triste, pero ya no os saludo.
Si pido agua en la cafetería, no me la sirve Carlos entre charlas de películas ni Ana siempre pendiente de acá para allá o Francis con saludo militar. Familia valiente.
No estoy triste, pero ya no os abrazo.
Si desde la sala de profesores miro a la puerta, ya no es la sonrisa achinada la que anticipa a Carmencita. No es su "hola maestro" ni sus métodos-Silva-abrazos los que me rodean. Su presencia, su amor.
No estoy triste, pero ya no os hablo.
Si entro a primera hora no está el maestro Adolfo tachando días que, aunque no lo diga, echará de menos cuando se jubile. Sus esquerosos y mariscones; su sabiduría, su oficio. Si me reuno con mi jefa de departamento, ya no es Pepi, su risa nerviosa, sus pies ligeros, sus notas de todo, su mano siempre extendida; ya no tengo otra jefa de departamento como Isabel, preguntándome por mis viajes, haciendome sonreir con sus ojos.
No estoy triste, pero ya no os acompaño.
Si paso por las aulas de informática, que no sé ni donde están, no están Juanjo y Jesusito a uno y otro lado, no encuentro el chiste y la confidencia, la confianza y la risa.
No estoy triste, pero ya no os rodeo.
Si veo chándals, ninguno lo viste Alicia ni su charla entre mordisqueos de manzana, la libertad deseada, la sonrisa recuperada.
No estoy triste, pero ya no os localizo.
Si vuelvo andando a casa, no me encuetro a Mª Jesús llevando a Gala su picardía, su acento en las cosas, su consejo, su apoyo. No me sentaré con Justo, con Manolo, con Miner ante la cerveza, me sentiré a gusto hablando y escuchando, formando parte de ellos.
No estoy triste, porque, a pesar de todo, os veo, os disfruto, os busco, os trato, os siento, os saludo, os abrazo, os hablo, os acompaño, os rodeo, os localizo...pero no os tengo.

Fachada del I.E.S. La Arboleda. Lepe. Huelva.