lunes, 17 de septiembre de 2007

ARA PACIS VALENTINIANAE

Al mal tiempo, buena cara; en situaciones tensas, un chiste; fortis et animosus in rebus angustiis appare; etc. La mayoría de vosotros sabéis que en pocos días cambió mi vida con un traslado del trabajo y otros -a ratos turbios, a ratos desilusionantes- asuntos, que en otro tiempo quizá me habrían descolocado. En esta ocasión, a pesar de que me han jodido bastante, miro hacia el frente con curiosidad e ilusión e intento no cargar demasiado las retinas con las cosas –y sobre todo la gente- que dejo atrás. Por supuesto ello no significa que no las eche de menos ya o que infravalore su paso por mi vida –o el mío por las suyas-, al contrario, ¡dejo tanto, tantísimo allí! (de ello / de ellos, escribiré en otra ocasión); sino que a los reveses de la vida les extraigo las vísceras catastróficas y los aliño con salsas de novedad y buenas dosis de interés.
Pero ahora, precisamente como primera entrada del curso, prefiero ilustrar esta mezcla de seriedad y fruslería, de gravedad y superficialidad con las siguientes imágenes:


Poco podía imaginar, a finales del s. I a.C., el emperador Augusto que el Ara Pacis (“Altar de la Paz”) que había decretado construir para consagrar su retorno a Roma tras la pacificación de la Galia e Hispania, un recinto casi cuadrado (11,6m x 10,6 m.) de mármol, sobre un podio simple y decorado en todas sus fachadas, un monumento que habría de significar la estabilidad política, social y moral que perseguía con su visión de gobierno, de la Pax Romana; poco podía imaginar, repito, que veinte siglos después, las vestales que adorarían el altar serían sui generis y que encajarían mejor sobre la alfombra del Kodak Theatre:

maniquíes vestidos con los trajes que Valentino ha diseñado desde finales de los años cincuenta para modelos, actrices, damas de Estado, primadonas de la beautiful people, etc. Con los brazos al cielo, kitsch-suplicantes, se encargan de rebajar solemnidad al monumento. Lo dicho antes, la gravedad aderezada con la frivolidad. Al menos han logrado que acudan más visitantes a verlo.


Ara Pacis Augustae. Roma. Fotos: © jesús martín camacho.2007.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pensar que las cosas ocurren por algún motivo no suena muy científico que digamos, pero si eso basta para disfrutar de las pequeñas sorpresas que nos tiene guardadas la vida, como ésta del "ara pacis valentiniano", pues fantástico.
Un beso, largo

Yol@e dijo...

No sé si será científico o no, pero a pesar de que por propia experiencia he comprobado que es dificil dejar atrás amigos y una vida ya hecha las nuevas experiencias siempre te aportan algo bueno, aunque no creo que las nuevas vestales de valentino sea un buen ejemplo, te deseo un camino de gloria en tu nuevo destino, y sobre todo pienso que los amigos que dejamos atrás, los que lo son de verdad siempre están con nosotros, en el recuerdo, los llevamos en nuestra mochila del corazón y en las aventuras vividas ..

" Verae amicitiae aeternae sunt "

Besitos, Yola

" Verae a

Iesus dijo...

Efectivamente, Yola. Se ve eso en las palabras de tu blog a Tanja.
Muchas gracias por tus ánimos. Los hispalenses nos vamos disgregando (tú, más lejos que nadie). Pero bien sabemos que "Ubi amicus, ibi opes"