miércoles, 9 de marzo de 2011

UN RASCACIELOS

Un rascacielos donde funciona hasta la última bombilla. Puede que sea menos útil que un par de botas, que no escribir sea más difícil que no escribir. Anna Karenina: un rascacielos donde funciona hasta la última bombilla. Una de ELLAS: la presentación de Stepán Arkádevich, donde se dice todo y más aún sin querer enfatizar nada de la manera ¿más sencilla?

"Stepán Arkádevich era un hombre sincero consigo mismo. Por tanto, no podía engañarse fingiendo que se sentía arrepentido de su proceder. Este hombre de treinta y cuatro años, apuesto y enamoradizo, no podía arrepentirse de no estar enamorado de su mujer, sólo un año más joven que él y madre de siete hijos, dos de los cuales habían muerto. Únicamente se arrepentía de no haberle ocultado mejor su aventura. En cualquier caso se daba cuenta de la gravedad de la situación y se compadecía de su mujer, de sus hijos y de sí mismo. Tal vez se habría esforzado en encubrir mejor sus pecados si hubiera previsto la impresión que iba a causarle el descubrimiento de sus infidelidades. Jamás había reflexionado con detenimiento sobre el particular, pero se imaginaba de un modo confuso que ella sospechaba algo desde hacía tiempo y miraba para otro lado. Hasta tenía la impresión de que la propia Dolly, ajada, envejecida, ya sin atractivo alguno, privada de cualquier encanto particular, nada más que una sencilla y bondadosa madre de familia, debía mostrarse condescendiente en aras de la justicia. Pero había sucedido todo lo contrario".

Tren del fin del mundo. Ushuaia. Argentina. Foto: (c) jesús martín camacho.2008

Lev Tolstoi, Anna Karenina. Trad. Víctor Gallego. Ed. Alba.2010, pp. 25-26.

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